viernes, 10 de julio de 2009

Eugenio Montejo (Venezuela, 1938 - España, 2008)

"La tierra giró para acercarnos
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño..."


HOTEL ANTIGUO

Una mujer a solas se desnuda,
pared por medio, en el hotel antiguo
de esta ciudad remota donde duermo.

Abren las sedas un rumor disperso
que se mezcla al follaje
de los helechos en el aire.

Se oyen llaves que giran en un cofre,
jadeos ahogados, prendas,
la inocencia de gestos solitarios
que beben los espejos.

A su tiempo la noche se desnuda
y las calles apiladas se doblan
en un vasto ropaje
con la fatiga de un final de fiesta.

Una mujer a solas tras los muros,
unos pasos, un oscuro deseo,
hasta mí llega de otro mundo
como alguien que he amado y que me habla
desde un ataúd lleno de piedras.


CANCIÓN

Cada cuerpo con su deseo
y el mar al frente.
Cada lecho con su naufragio
y los barcos al horizonte.

Estoy cantando la vieja canción
que no tiene palabras.
Cada cuerpo junto a otro cuerpo,
cada espejo temblando en la sombra
y las nubes errantes.

Estoy tocando la antigua guitarra
con que los amantes se duermen.
Cada ventana en sus helechos,
cada cuerpo desnudo en su noche
y el mar al fondo, inalcanzable.


AMANTES

Se amaban. No estaban solos en la tierra;
tenían la noche, sus vísperas azules,
sus celajes.

Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos en el fondo
de alguna flor del aire.

Se amaban. No estaban solos a la orilla
de su primera noche.
Y era la tierra la que se amaba en ellos,
el oro nocturno de sus vueltas,
la galaxia.

Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
no demasiado tarde.


LA TERREDAD DE UN PÁJARO

La terredad de un pájaro es su canto,
lo que en su pecho vuelve al mundo
con los ecos de un coro invisible
desde un bosque ya muerto.
Su terredad es el sueño de encontrarse
en los ausentes,
de repetir hasta el final la melodía
mientras crucen abiertas los aires
sus alas pasajeras,
aunque no sepa a quién le canta
ni por qué,
ni si podrá escucharse en otros algún día
como cada minuto quiso ser:
más inocente.
Desde que nace nada ya lo aparta
de su deber terrestre,
trabaja al sol, procrea, busca sus migas
y es sólo su voz lo que defiende
porque en el tiempo no es un pájaro
sino un rayo en la noche de su especie,
una persecución sin tregua de la vida
para que el canto permanezca.


SETIEMBRE

Mira setiembre nada se ha perdido
con fiarnos de las hojas.
La juventud vino y se fue, los árboles no se movieron
El hermano al morir te quemó en llanto
pero el sol continúa.
La casa fue derrumbada, no su recuerdo.
Mira setiembre con su pala al hombro
cómo arrastra hojas secas.

La vida vale más que la vida, sólo eso cuenta.
Nadie nos preguntó para nacer,
¿qué sabían nuestros padres? ¿Los suyos qué supieron?
Ningún dolor les ahorró sombra y sin embargo
se mezclaron al tiempo terrestre.
Los árboles saben menos que nosotros
y aún no se vuelven.
La tierra va más sola ahora sin dioses
pero nunca blasfema.
Mira setiembre cómo te abre el bosque
y sobrepasa tu deseo.
Abre tus manos, llénalas con estas lentas hojas,
no dejes que una sola se te pierda.


ESCRITURA

Alguna vez escribiré con piedras,
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.

No más lápiz: andamios, teodolitos,
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.

Dibujaré con líneas de guijarros
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.

Con piedra viva escribiré mi canto
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca.


DURA MENOS UN HOMBRE QUE UNA VELA

Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
Dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
Dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento,
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.


DOS REMBRANDT

Con grumos ocres pudo el viejo Rembrandt
pintar su último rostro. Es un autorretrato
en su final. hecho de encargo
para un joven pintor de 34.
(El mismo Rembrandt visto en otra cara.)

Puestos cerca esos cuadros
muestran en igual pose las dos bocas,
unos ojos intensos o vagos,
las manos juntas en el aire
y el tacto de colores
con hondas luces que se rompen
en sordos sollozos apagados...

Rembrandt en la vejez, al dibujarse
supo ser objetivo. No interfiere
en los estragos de su vida,
ve lo que fue, no afiade, no lamenta.
Su alma sólo nos busca por espejo
y sin pedirnos saldo
se acerca en sus dos rostros,
pero quién al mirarlos no se quema?



Eugenio Montejo (Caracas, Venezuela 1938 – Valencia, España 2008)

Nació en Caracas el 18 de Noviembre de 1938. Fundó la revista Azar Rey y fue cofundador de la revista Poesía, de la Universidad de Carabobo, en Valencia. Esta casa de estudios y la Universidad de Los Andes, le confirieron el doctorado honoris causa. Trabajó también como investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), mientras colaboraba simultáneamente con una gran cantidad de revistas venezolanas y extranjeras. Recibió en 1998 el Premio Nacional de Literatura. En 2005 obtuvo el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo. Recibió varios otros importantes galardones literarios y se desenvolvió en el área diplomática como Embajador venezolano en Portugal. Allí se convirtió en un experto en la obra de Fernando Pessoa, de quien adquirió el gusto por los heterónimos, publicando mediante esta modailidad, una poesía infanto-juvenil atractiva, de mucha musicalidad y movimiento. Su obra infantil la firmó bajo los seudónimos de Eduardo Polo, Sergio Sandoval y Tomás Linden.
Aunque tal vez sólo en forma circunstancial, un verso suyo citado por el actor norteamericano Sean Penn en la película 21 gramos, otorgó mayor divulgación de su obra en el extranjero. Muy posiblemente, sin la ayuda de la cinta mencionada, hubiese sido solamente cuestión de tiempo para alcanzar igual notoriedad a su poética.
Montejo también mostró su preocupación por la situación de la literatura en su país, en el marco de la Revolución Bolivariana. En relación al incidente entre el presidente Hugo Chávez y el Rey de España, acaecido en Chile, el escritor declaró que en Venezuela se daba una suerte de “censura velada” a los medios de comunicación y una “situación poco favorable para los intelectuales”. Asimismo, denunció con valentía y firmeza que Chávez impulsaba la “literatura propagandística” y que “ha retirado su apoyo a todas las editoriales que no comulgan” con sus ideas.
Eugenio Montejo falleció en Valencia, la noche del 5 de junio de 2008, debido a un cáncer de estómago que lo aquejó durante sus últimos meses de vida.
Su obra literaria se resume en:
1967: Elegos
1972: Muerte y memoria
1977: Algunas palabras
1978: Terredad
1982: Trópico absoluto
1986: Alfabeto del mundo
1991: Guitarra del horizonte, firmado bajo el heterónimo de Sergio Sandoval
1992: Adiós al siglo
1995: El hacha de seda, firmada como Tomás Linden
1999: Partitura de la cigarra
2002: Papiros amorosos
2003: Chamario, firmada como Eduardo Polo
2006: Fábula del escriba
Entre sus ensayos destacan: La ventana oblicua (1974), El taller blanco (1983), El cuaderno de Blas Coll (1981).

martes, 7 de julio de 2009

Luis García Montero (España, 1958)

"...hojas secas, silencios
que de nosotros hablan al caerse."


ME PERSIGUEN...

Me persiguen
los teléfonos rotos de Granada,
cuando voy a buscarte
y las calles enteras están comunicando.

Sumergido en tu voz de caracola
me gustaría el mar desde una boca
prendida con la mía,
saber que está tranquilo de distancia,
mientras pasan, respiran,
se repliegan
a su instinto de ausencia
los jardines.
En ellos nada existe
desde que te secuestran los veranos.
Sólo yo los habito
por descubrir el rostro
de los enamorados que se besan,

con mis ojos en paro,
mi corazón sin tráfico,
el insomnio que guardan las ciudades de agosto,
y ambulancias secretas como pájaros.

IMAGINAR LOS SITIOS POSIBLES DONDE ESTABAS...

...en un rincón del año...
V. Huidobro

Imaginar los sitios posibles donde estabas,
verte llegar sin noche a La Tertulia,
reconocer tu voz apresurada
al contar una anécdota
o preguntar por mí,
saber que nos mirábamos antes de conocernos,
son capítulos largos de mi vida.

Supongo que también te dejarán a ti
este mismo vacío,
esta impaciencia por estar sin nadie
mientras se nos olvida
todo el calor que duele de olvidado.

El naufragio es un don afín al hombre.
Después de que sucede
suelen tener las huellas
esa incomodidad que tienen las mentiras,
el recuerdo es un dogma,
la soledad el pecho que tú me acariciaste.

Pero cambiando de conversación
el tiempo -buen amigo
que deforma el pasado como el amor a un cuerpo-
hará que cada día no parezca un disparo,
que volvamos a vernos una tarde cualquiera,
en un rincón del año y sin sentir
demasiada impotencia.

Será seguramente
como volver a estar,
como vivir de nuevo en una edad difícil
o emborracharnos juntos
para pasar a solas la resaca.

Igual que quemaduras debajo de los dedos,
en un segundo plano
seguiremos presentes y esperando
ese momento exacto del náufrago en la orilla,
cuando al salir del mar
me escribas en la arena:
«Sé que el amor existe,
pero no sé dónde lo aprendí».

EL AMOR

Las palabras son barcos
y se pierden así, de boca en boca,
como de niebla en niebla.
Llevan su mercancía por las conversaciones
sin encontrar un puerto,
la noche que les pese igual que un ancla.

Deben acostumbrarse a envejecer
y vivir con paciencia de madera
usada por las olas,
irse descomponiendo, dañarse lentamente,
hasta que a la bodega rutinaria
llegue el mar y las hunda.

Porque la vida entra en las palabras
como el mar en un barco,
cubre de tiempo el nombre de las cosas
y lleva a la raíz de un adjetivo
el cielo de una fecha,
el balcón de una casa,
la luz de una ciudad reflejada en un río.

Por eso, niebla a niebla,
cuando el amor invade las palabras,
golpea sus paredes, marca en ellas
los signos de una historia personal
y deja en el pasado de los vocabularios
sensaciones de frío y de calor,
noches que son la noche,
mares que son el mar,
solitarios paseos con extensión de frase
y trenes detenidos y canciones.

Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.

EN LOS DÍAS DE LLUVIA
A Mari Carmen

Sabrás por la presente que empeoré de vida.
Mariano Maresca


Más o menos extraña
la vida fue pasando tibiamente
por tu cuerpo y el mío.

Oigo la lluvia fría amontonarse
sobre las uralitas
y la noche me atrapa
en el sudor eterno de su tranquilidad.
Tal vez
debiera despertarte, hacerte compartir
este presentimiento
de lejana belleza
con el que me confundo apenas un instante
para volver a ti
que te abandonas
a la hermosa presencia
de tu respiración.

Pasan lentos los coches.
Oigo también
tu corazón lejano
pasar de madrugada entre la lluvia
y me asusta la sombra
de tanta intimidad.

Es tarde.
Uno escribe su vida en un poema,
analiza el amor
y se acostumbra
a seguir como está, junto a tu cuerpo
que quizá me recuerde todavía
desnudo entre las sábanas,

o las noches de lluvia nos confirman
que la vida, posiblemente hermosa,
no siempre es un asunto disponible
y que a veces resulta incluso mucha,
temible como ahora,
mientras que tengo miedo de besarte al azar.

Lo sé. Hemos sido extranjeros
hablándonos por señas demasiado cercanas,
ansiosos en las calles
de una nueva ciudad,
esperando tal vez que nos fotografíen
delante de este amor y de sus cicatrices,
eso que confundimos con nuestros sentimientos
o acaso
-en noches de locura-
con una sensación de humedad en los ojos.

Pero en pocas palabras se resumen
casi todos los días,
sus sílabas contadas en mis versos
y la felicidad.
Tibiamente los años
nos descubren
que nada existe ya sin tu sudor y el mío,
que somos todavía demasiado solemnes
cuando nos sorprendemos
temblando de pasión,
llenos de instinto mal disimulado.

Por eso, mientras llueve,
agradezco tu cuerpo entre las sábanas
y esta pasión desierta
de acariciar tus muslos,
más o menos extraños
y hermosos como un sueño
que acaba de llegar.

II

Noviembre
puede ser una conquista,
porque vuelve otra vez
sobre los toldos,
las horquillas de nácar imitado,
los abrigos baratos de entretiempo
donde tú te escondías
de pronto y mi deseo.

Y vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad,
como la melodía
de una vieja canción que recordamos.
Ya sabes que el otoño,
además del plumaje
mojado
de los árboles,
además de la luz y de esta tierra,
era una cita rota, perdida entre nosotros.

Ahora
se nos abraza el tiempo débilmente a las piernas,
rompiéndonos el paso, alargando las hojas
de las enredaderas,
mientras todo es igual y nos anuncia
aquel viejo recuerdo confuso de las horas,
aquellas caravanas
de días sin sentido
que pasaban zumbando delante de los ojos,
que trajeron consigo
solamente dos cuerpos amándose o temiendo.

Y no es ya la costumbre de acercarme,
cogerte la cintura, desearte
con un deseo azul como un viento tranquilo
o pasear despacio
cuando pesan las hojas debajo de los pies
y las campanas crujen
prendidas en los árboles.

Y no es ya la costumbre de seguirte,
de aprender a pararme en los escaparates
y oír tu voz llegar, volcarse en el oído
salvando la distancia
que cabe entre dos cuerpos.
Era la vida entonces
la que nos recordaba,
con las claras sirenas de sus barcos
y su bisutería,
que seguía latiendo quizás entre nosotros,
deshecha,
nublada y pasajera
como el esperma seco
sobre la piel ya fría
que tanto hemos amado y casi siempre.
O tal vez preferimos
una feria de amor donde encontrarnos
para llegar a ver
lo nunca visto.

No sabes que tu cuerpo,
en las noches sin tiempo como ésta,
se confunde de pronto con el amanecer,
lo detiene dormido junto a mí.

Pero noviembre vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad
(las huellas del amor sobre los hombros
como una caravana de detalles confusos),
y acaso pueda ser una conquista,
porque todo es más claro.
Yo recuerdo
los primeros abrazos, solitarios,
a la pared pegados,
huyendo de la lluvia
de una vieja ciudad,
recién enamorados todavía,
felices y nerviosos.
O la humedad imprevista de tu pelo
empapado de amor y de tormenta
en los campos abiertos
igual que nuestros cuerpos a la furia de agosto.
Y las noches de paz malhumorada
donde el amor pugnaba sobre el frío,
tiritando debajo de las nubes
sobre un lecho de escarcha.
Y recuerdo
la lluvia mansa, lenta, que araña los cristales
como araño tu piel,
de la misma manera que el tiempo nos araña
una vez descubierto
que también es hermoso amarse en la memoria
y en la complicidad.

Abramos el balcón,
aullémosle a la luna
estirados de cuerpo para arriba,
hermosos como lobos
que ahora entienden el rumbo del que vienen,
que ahora saben el tiempo en el que habitan.

Es una luz distinta
la de estos contornos.

Sobre tu piel se aplastan
las gotas de la lluvia
y la tierra se extiende manchada como un tigre.

III

Nos visita el amor. Tiene la casa
una memoria ciega
de sol sobre los brazos
y la pasión desierta de hierbas por la piel.

Debemos abrazamos seriamente
esta mañana gris de todas las nostalgias
y pactar con la luz
que empieza a incomodamos
debajo de las puertas
como un mirón secreto al que hay que soportar.

Son demasiadas cosas.
Se ve que el tiempo vuela indiferente,
ajeno entre nosotros
que hemos hablado tanto de la vida
para llegar a tiempo a sus ojos abiertos,
a su pezón rosado
ya la bóveda hermosa de los cuerpos
que buscábamos juntos,
atropelladamente,
abriendo cremalleras
con la impaciencia propia de los enamorados.

El sol
que parece la carne dudosa de tus labios
se avecina reptando y me recuerda
que es posible de nuevo recorrernos
mientras se apagan lentas las últimas estrellas.
Antes de que nacieras y de que yo naciese
alguien debió vivir estas habitaciones,
sufrirlas solamente igual que las semanas,
poblarlas de deseos realizados a medias.

Gentes de soledad.

Acaso todo valga
si algún día...

Nosotros
ya nada hemos fundado, ni siquiera un hogar.

Es más sabio el amor cuando amanece,
cuando ya empieza a oírse la mañana,
por el camino largo, desierto de tu piel.

CANCIÓN AMARGA

En la cara lleva
tres años perdidos
y el frío de las seis de la mañana.

Van a partirte el corazón.
De pronto
la luz apagada,
los pasillos turbios,
la puerta que clava su ruido en la espalda.

Van a partirle el corazón.
Y arrastra
una cadena oscura
de pasiones heladas,
ese frío que cabe solamente
detrás de una palabra.

Y yo la veo caminar,
despacio,
perderse en lo que anda,
fugitiva tristeza que va y viene
de la sombra a la puerta de mi casa.

La luz artificial deja en la calle
el temblor silencioso
de tres barcas ancladas.
cuando ella cruza por mi lado siento
como un golpe de remos
y un murmullo de agua.

EL LUGAR DEL CRIMEN

Más allá de la sombra
te delatan tus ojos,
y te adivino tersa,
como un mapa extendido
de asombro y de deseo.
Date por muerta
amor,
es un atraco.
Tus labios o la vida.



Luis García Montero (Granada, España, 1958)

Luis García Montero nace en Granada, España, en 1958, hijo de don Luis García López y doña Elisa Montero Peña. Realiza sus estudios escolares en el colegio de Los Escolapios. Su vida universitaria transcurre en la Universidad de Granada donde estudia Filosofía y Letras, titulándose en 1980 y obteniendo su doctorado 5 años después, tras presentar su tesis sobre Rafael Alberti titulada “La norma y los estilos en la poesía de Rafael Alberti”. Lo unió a este poeta una gran amistad y de hecho, fue quien preparó la “Poesía completa”, de dicho autor.
Milita desde sus inicios en el Partido Comunista Español, y, desde su fundación en el movimiento político “Izquierda Unida”.
En 1981 inicia su trabajo como profesor en la Universidad de Granada. En 1982 recibe el Premio Adonáis por su obre “El jardín del extranjero” y en 1983 publica, en conjunto con el grupo poético “La otra sentimentalidad” su primer libro. En este trabajo participaron también, entre otros, poetas como Álvaro Salvador y Javier Egea.
Ha obtenido también el premio “Federico García Lorca”, el premio Loewe, el premio Ciudad de Sevilla, el Premio Nacional de Poesía en 1995, fue nominado en 1999 para el Premio Cervantes y obtuvo el Premio Nacional de la Crítica en el año 2003.
Desde 1994 se unió sentimentalmente a la escritora Almudena Grandes.
Se desempeña actualmente como profesor de Filología Española de la Universidad de Granada.
Es en la actualidad uno de los poetas más significativos de España, desarrollando una poesía que tiende a evitar la experiencia individual y se funde en una colectividad generosa de estilo. Su poesía no abandona nunca la estética, el vuelo, ni la imagen. García Montero aprovecha su don narrador y lo vierte en un lirismo limpio, a veces teatral, imaginativo y siempre observador de su entorno.
Su trabajo poético cuenta con las siguientes obras:
1980: “Y ahora ya eres dueño del Puente de Brooklyn”, ganador del Premio Federico García Lorca.
1982: “Tristia”
1983: “El jardín extranjero”, ganador del Premio Adonáis, y “Rimado de ciudad”
1984: “Égloga de dos rascacielos”
1985: “En pie de paz” y “Seis poemas del mar (autógrafos)”
1987: “Diario cómplice”
1988: “Anuncios por palabras”
1990: “Secreto de amistad” y “Las flores del frío”
1992: “En otra edad”
1993: “Fotografías veladas de la lluvia”
1994: “Habitaciones separadas” ganador del Premio Loewe y Premio Nacional de Literatura. También en este mismo año “Además” y “Quedarse sin ciudad”
Se publica una antología suya en 1997, que abarca su obra entre 1980 y 1996.
1998: “Completamente viernes”
2001: “Antología personal” y “Poemas”
2002: “Antología poética” además de una segunda antología que abarca su obra entre 1980 y 2002, titulada “Poesía urbana”
2003: “La intimidad de la serpiente” ganadora del Premio Nacional de la Crítica
2006: “Poesía (1980-2005)” que reune 8 libros e “Infancia”
2008: “Vista cansada”
Ha publicado también “Luna del sur” en 1992, libro que habla sobre su infancia. Además la novela “Impares, fila 13” en 1996, y el cuento “La mudanza de Adán” en 2002. Un relato de su autoría titulado “La dedicatoria” aparece en el libro “Las musas de Rorschach”, publicado en 2008.