viernes, 14 de agosto de 2009

Concha García (España, 1956)

"...Dice
que cuando pierdes a alguien nunca
es exactamente
la misma persona quien regresa."



Lo de ella


Parte primera


1

Un mecerse suave
de día tras otro.
Lo encajado aconseja
agitarse sin dureza.

4

Deshielo de los fríos
azuzan el sentir.
Tiempo, ganas de decirlo
agitan
¿qué veredas?

10

Modos de muerte. Tan así
como perece este humo
hacia un lado
se ve.
Lo sabe quien lo sabe.

21

Soy su narradora
a veces, yendo hacia arriba
vemos sin vértigo
dos días de ansiedad.

25

Alargo lo que puedo
ir hacia allí,
pero me detengo
cruzo miradas sórdidas
con la que era.

31

Ser tantas contigo
y bailar los raros pasos
que conducen a la cueva
donde recuerdo mi rostro.

51

Lo de ahora no es
podría serlo.
Dicen las repeticiones
que raptan lo de atrás,
y delante, los tarareos.

65

Entonces
las horas que permanecí
dentro de la duración
fantaseé titubeos
lugares del no.

71

Esta disposición a dar vueltas
sin regresar de lugar alguno
lleva a tu boca lo no decible
ríos de pensamientos que callan.

72

Siempre, al aparcar,
detiene,
una mano como si quisiera
que un trozo de pasado
se quedara con ella,
en ese
instante en que no amanece
pero los pájaros gritan.

99

Fuimos
dos mujeres aventajadas,
varios días en aquella calle
donde me uní a una especie
de brindis por todo. La alegría
del no saber se destila
en un recuerdo compacto.

(Extracto del libro “Lo de ella”, publicado en 2003)



Lo siento
entorpecí los pasos. Lo siento.
No quiero rendir cuentas,
ni vestirme de oscuro.
Huelo a ti.
Almas que se invitan a cerveza
y coros que no saben qué hacer
con su saliva. Te amo a ti.
Lo dije desayunando,
pero qué importa
si a ellos les interesa solo
un breve paseo, aunque no lo detecté
eso es todo. Ahora una gabardina
o dos. La otra es tuya. Mi amor.
Los labios se ensanchan, son de carne
Y el mármol petrifica mi soledad,
qué asco, qué terrible el museo
de lo no vivo o lo que murió.
Qué asco.
Mi yo bebe
de la paradoja donde reinan
mudos entendimientos. Aquel pintor
se suicidó y ocho poetas también
pero hay mujeres que
taconean solas.


Pero árboles que ya florecerán.
Estancamiento en la visita.
no me llenes más. Días así,
de un apretado bienestar, caen,
dicen que caen cuando se secan,
me doblo en tres, soy tu ciudad
La manera de cruzarla. Te veo.
asentamiento de un barrio.
Dos cines para veinticinco mil almas.
perpetro en lo sabido ¿nunca dije?
cien grifos sacando agua
te amo en cada gota.
La proximidad entre dos cuerpos
no es una invención cultural.
Reírse así de fácil en noes
para escudarte a solas conmigo.
rellenas los envoltorios vacíos
y una sucesión de cromos
completa albums sin el peso
de las fotografías agujereadas
de ojos que ya no. Ya no.
Qué frío. ¿Qué son los años?

Hace mucho tiempo que las dudas
esparcidas significaban vacíos
las comprimió la sed de no estar
y melancolía. Alguien cabizbaja
pone los presentimientos al final
de estos muebles. Tomemos aisladas
en cuenta la belleza
allí donde se resquebraja
todavía más.
Y ahora ¿qué? Tic, tac,
en un suelo donde me podría
morder pero no estoy sola
¿o sí? Esto no es el final.
¿Ah, no? Cierra la puerta.

No estar es la distancia
entre la ventana y el regodeo
de la memoria. Si lo sueñas
todo perece. Emerge
la imagen preponderante del porvenir
inventado mediante saturaciones
de lugares que no se han visto
nunca. La verdadera dimensión
de la realidad está atrapada
en este recuerdo volátil
de lo que viví apretada entre las sábanas.

Desde la sala de estar
Porque en algún lugar tiene que situarse una
o en alguna parte, a veces
en la sala, otras en un recuento
de días y noches como bolas páginas
sin contenido especial
bolas redondas y chatas en los extremos.

Va comparando si fue más feliz
en la profusión de dos amores,
distintos ayeres,
y se sorprende al ver un estuche
cerca de ella, para qué.
y ahora está la calle
de más abajo, la de la panadería
un endeble olor esparce su aroma.
ya lo sé que ya está.

(Extracto del libro “Árboles que ya florecerán” publicado en el año 2001 )



Cansancio

Sentada es como si bebiera largos tragos de playa,
pócimas de tonterías y me cortase las uñas,
sin compañía. Es un cuento más, una residencia
cara. Piso el suelo con bocados de ansiedad
y me lleno de reliquias el cuerpo, salgo
asustando. Repito en larguísimo silencio
abulias y taconeo deslizándome sin prisa
por las avenidas buscando un no sé qué, aquello
que no se nombra porque no se sabe y acapara
gran parte del día ponerme bajo una sombra.
La que sea, a estas alturas elijo la que sea.


Retrato fingido

Algo de gozo, nunca un latido constante
y la forma de cerrar las ventanas
en un corredor resentido. Parece liviana.
Cuando surge de broches y maquetas es aún
silenciosa, turulata y cambiante
en recorridos viscosos. Parece loable:
sacrifica partículas con un tenaz
balbuceo entre toallas y peines.
Es yerta y fría: poco tocable. Se siente
masticadora enervante y poco lucrativa
si le deja la lluvia panorama distinto.
Descorre camino muy punzón si salida
es tener hipo con asco o si mira,
con un deshilvanado interés, la espalda
de una gruesa mirada comedora
de ornamentados alfajores. Recorre su tez
con los dedos; es larga la costumbre
de poner intervalos. Perdona si sabe.
Dice que nunca se exalta y es brava
la forma de no acentuar en absoluto
las sílabas. Tampoco mora.
Ni habitaría.

(Del libro “Otra ley” publicado en 1987)



Más allá de ser mujer

Estoy viva. Oigo pájaros
porque una cortina tapa la ventana.
pero estoy viva.
También estoy oculta
y me sumerjo en taburetes. Noto
que aprender a vivir es estimulante
para aprender a morir, pero estoy viva
en un pasadizo que me conduce
a voces que no me llaman
y piden ginebra a un hombre de blanco
vestido como un farmacéutico
de hace un siglo. Mis elucubraciones
me hacen pensar en la distancia
como si fuese abstracto estar en tres sitios
simultáneamente.


Escena en un mar

Todo lo que dice bordea el asunto.
Habla de tierra rara, de un hotel,
de varios obstáculos. Una mirada
complaciente casi le abraza. Llega
de un remoto trazo de letra. A cualquiera
no le escriben. Tengo miedo
de abrir los regalos, los dejo a la sombra
del mueble. Si hubiese en ellos
esa señal acabaría tirándome por la ventana.
Es mucho mejor que las habitaciones
de ese hotel... y después, fíjate,
resulta un desencanto el envoltorio.
Quiere lo que esconde la arena
ese vaivén que sólo el viento
es capaz de insinuar con su fuerza.
Me dice: Transcurren los días encerrada
todavía no he acabado la novela
me cuesta dejar la casa que no tuve
sueño con habitaciones sin puertas
hoy ha llovido. Me duele la cabeza.
A veces me eclipsa el tarot y me decido.
Aquel viejo ajuste de cuentas me preocupa
en sus melodías borrosas. Ya no es
la que era. ¿Quién es la que era?
Un trío de jóvenes afina la garganta
van a cantar y el ruido es espantoso.
Habla a borbotones y cae de su cabeza
un péndulo justiciero, una cana
que ha dejado henchido su corazón.
Mis planes están lejos
nadie ha oído nunca lo que dije.
Cuando llega la serpiente yo me enrosco
y construyo el hotel con soledades.
¿Quién lo habita? le pregunto.
Un camarero sesentón lee la prensa
tiene espalda de camionero y ojos
de haber visto pocas cosas. No nos mira.
Por fortuna todavía me queda tiempo
lo sueño en los libros. Estará
lleno de poetas. ¿Poetas?
Tu hombre antiguo está reproducido
en la caída de tu labio. Predices
un porvenir que sólo es concedido a los extraños.
¿Y por qué poetas? Porque están solos
y desayunaremos juntos. ¡Ah, cuánto
he amado! Qué hipócrita confesión
y qué sincera. Veo tu fingir estar despierta,
una voz que corre por la terraza
de una casa que tuve. Una barriga
indispuesta. Un ¿quién lo ha hecho?
¿A estas horas cómo pude haberlo hecho?
Pero qué hiciste. Sumisas decisiones
en el fondo. Y me repite: Todavía
soy hermosa, me dijo el ginecólogo
que se puede hasta los cuarenta y cinco.
Mis madrugadas son terribles
pongo música y recuerdo canciones
no te puedes imaginar lo que me pesa
el estribillo de las de cuna.
Todavía no hemos muerto. Otra cerveza.
Durante media hora se callan los músicos.
Me voy hacia atrás con ella,
nos percatamos de una vieja deuda
porque nos hemos equivocado de vaso.
Te quise tanto. ¿A mí? ¿A mí me quisiste?
¿Qué hora es? Tu deseo es confuso.
Fíjate, es una tierra sola que da al mar
llena de poetas desayunando conmigo.
Yo sé que tu ex amante desapareció entonces,
quería la gloria y se hizo famoso e inaccesible.
¿Cómo puedes reprochármelo?
Los misterios insondables no existen
si no se adora un cuerpo. Esta escena
de pasión me parece muy sórdida.
Es una tierra llena de rabia. Yo salgo
de una ventana y contemplo un mar
desgajado del paisaje.
Anula las huellas y pone pisadas.
Estamos rodeadas de ropa tendida
bamboleándose. Crecen arbustos
y se encaraman en una mesa plegable.
Veo restos de un desayuno entre varios,
la imaginación de los que estuvieron
ha formado una nube de pensamientos
que se deshace, como un recuerdo helado
sobre el cubo de fregar.
El agua estancada formula paradojas.
Tú tiras su contenido a la tierra,
la tierra llena de rabia desgaja los poemas
se traga los silencios, las muecas y los gestos
de los que aquí estuvieron.

(Del libro “Cuántas llaves” publicado en 1998)



Cúspide

U olvidar. Hacia atrás sueño.
La rareza de un bosque en un póster
sobre la aguja del reloj. Te tuve
cuando no te tenía, corre brisa
tanto corre que ventea. Un libro
y dos páginas leídas, qué cuerpo
tienes.. Ya no te quiero, qué hermoso:
ya no te quiero. Me da perplejidad
tomarte de la mano, y tus rayas
qué largas, no te vas a morir nunca.
Paseo de invierno. Es verano
fue trescientos sesenta y cinco días antes
más o menos, me miraba en el espejo
para peinarme y no amanecía.
Proyectaba aunamientos con nadie
más sola que tú. Conoces
el estertor y el declive.
Yo de fatiga, cuánto te quise.

(Del libro “Pormenor”, publicado en 1993)



Otra

Me gustaría ser un hombre de fino bigote
que toma el autobús,
no tiene heladas las manos.
Un hombre de estatura media
al que no le espera el bar
un hombre que charla
con un conductor de autobús
y le dice: ya he terminado
por hoy se acabó. Alguien
que sienta que por hoy se acabó
no tener manos heladas.
He acabado, le dice al conductor.
Tiene en los labios un deje de ilusión
es como si le esperase en alguna parte
otra cosa, no sé definir qué
clase de cosa puede ser
la que haga que alguien
de estatura mediana y con bigote
diga: he acabado. Me pregunto
qué clase de sensación
debe ser esa. Que haya acabado.
Y que probablemente haya acabado
clase de cosa puede ser
la que haga que alguien
de estatura mediana y con bigote
diga: he acabado. Me pregunto
qué clase de sensación
debe ser esa. Que haya acabado
y que probablemente haya acabado.
No sé qué puede haber acabado.
Se le nota en el habla.

(Del libro "Ayer y Calles", publicado en 1994)



Fuga

Cuando ganó el objeto de su amor
en tropel todas las que fue entraron en un barco.
La rigidez del capitán quiso ordenarlas
pero la neurótica H. se puso a fumar
como si sus dedos descifraran en el humo
el verdadero sentimiento de atemporalidad.
Así, floreció una ristra de ajos, cambió
la bombilla una mano desgajada,
la realidad se hizo invisible
y tomó mil aspectos que en el otro orden
se convirtieron en actos fallidos. Así
ver el mar, por ejemplo, todo marrón,
motivó que un olvido respecto a quién era
le hiciera mirar hacia un horizonte ladeado.
Y formó un hogar del deambuleo.


Sin dolor

Los primeros días
fueron un poco amargos, me refiero
a que la sensación se te ponía en la espalda
y se cumplía el designio.
Era un dolor como ajeno
un exceso de intimidad con ella,
un ir y venir de recuerdos que se tropezaban.
¿Cómo manifestarlo?
Si andabas apresurada, la calle no podía,
si por el rabillo del ojo
entraban las esquinas adorables
hechas de cemento, claro, también
de vidrios, y qué escaparates.
Una hermosa lata de atún del sur,
la sonrisa de la mujer
del dibujo, oh, qué momento,
mi madre poniendo la mesa
había sacado del cesto cien gramos
de todo el porvenir que le quedaba.


Traslado

Pone la ropa en vertical, que no se bambolee,
el viento va a ser del sur y traerá arena. Si los días
corriesen no tanto, si la dichosa cristalera
tuviese las juntas bien apretadas, si me hubiese
dicho alguien que todo lo que iba a durar
se lo iba a llevar un tonto olvido, hmm, me gusta,
pasear de arriba abajo por esta diminuta terraza.

(Del libro “Acontecimiento” de 2008)



Otros poemas:


Ante un café

Cuando su verdadera naturaleza
se reveló, había ánforas viejas
enfrente, y martini, eso le encanta,
un buen trago y todo parece
desubicarse. Ah, la razón
que ordena los lugares donde no se habita.


Entreabriendo la puerta

Cruje el tiempo.
Lo cercano se resquebraja.
Parte de un lugar el dedo
que no tiene mapa.
Se aspereza la causa
que lo movía todo.
La raya del vestido
se hunde en la plancha.
Levanta el vuelo
la piel que lo habitaba.


Monólogo de César Vallejo

Soy César: Un traje gastado, dos corbatas,
va a llegar noviembre como dije
en un poema. Un tragaluz
me pone sombras y soy una mancha
que nació sobre una silla. «Me
doy contra todas las contras», un día
me gustó el olor a manteca, el
dormitorio usado, la palangana sin brillar
y se metió una mosca en mi cuarto
mientras buscaba el origen de mi felicidad.
Caí azulado, estrepitoso y bello
como un soldado joven, sobre mi cama.
El aleteo sin zumbido del insecto me
recordó que soy poeta, que morí
cuando hilaba en los versos frases
como «hembra es el alma mía»,
y en una tahona me estremecí invisible
pues me chupaba los dedos,
me elaboraba goloso mientras yacía
y tomaba migas de bizcocho, sorbos
de leche, tratados de amor debajo
del brazo yendo hacia muchos otros cuartos.




Concha García (Córdoba, España, 1956)
Nació en La Rambla, un pueblito pequeño en Córdoba, Cataluña, en 1956 y se trasladó con su familia muy tempranamente a Barcelona, lugar en el que reside en la actualidad. Es licenciada en Filología Hispánica, presidenta de la Asociación Mujeres y Letras. Ha colaborado como crítica literaria en Insula, El Crítico, Revista de la Universidad de México, Turia, ABC Cultural, Letras Libres o Zurgai, entre otras. Actualmente colabora en el Avui Cultural de la ciudad de Barcelona.
Ha sido galardonada con varios premios literarios, como el Premio de Poesía Barcarola en 1987, habiendo sido finalista el año anterior en el mismo certamen. Recibió también el Premio Jaime Gil de Biedma en 1994. En los años 1986 y 1987, fue finalista en el Premio Ámbito literario.
Es codirectora de la revista literaria Ficciones. Pertenece al comité científico de los encuentros celebrados en Vigo en 1996, Córdoba en 1997 e Islas Canarias en 1998, en torno a la poesía escrita por mujeres.
Sus obras publicadas:
Poesía:
- Diálogos de la hetaira (Finalista del Premio Ámbito Literario 1986
Finalista del Premio Ámbito Literario 1987)
- Rabitos de pasas. 1981.
- Trasunto. 1985.
- Por mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas. 1986. (Finalista del Premio Aula Negra 1986, Accésit del II Premio Certamen Claraboya de Poesía 1984)
- Otra ley. 1987.
- Anagrama del acoso húmero. 1987.
- Ya nada es rito. 1988. (Ganadora del I Premio Barcarola 1988)
- Desdén. 1990.
- Horizontalidad. 1991.
- Pormenor. 1992.
- Extraño amarse. 1992.
- Poco a poco he dejado de ser 'ella' para ser 'una', 1994
- Ayer y calles. 1995. (Ganadora del I Premio Gil de Biedma 1995)
- Dos poemas, 1997.
- Cuántas llaves. 1998.
- Árboles que ya florecerán. 2001.
- Lo de ella. 2003.
- Acontecimiento. 2008

Otras publicaciones:

- Tres poetas del noroeste, 1993. Ensayo.
- Últimos poemas de Ingebord Bachmann. 1997. Traducción, con la coautoría de Cecilia Dreymüller.
- Invocación a la Osa Mayor de Ingebord Bachmann. 2000. Traducción, con la coautoría de Cecilia Dreymüller.
- Miamor.doc. 2001. Novela.

Los datos obtenidos de la reseña biográfica de Concha García no han podido ser mayores debido a la poca información circulante al respecto.
Puede escucharse a Concha García en una entrevista reciente realizada en el programa Estación Azul, de Radio Nacional, en España, presentando su última obra –Acontecimiento- y leyendo algunos de sus poemas, ingresando al sitio (muy recomendable) www.escritoras.com/escritoras/escritora.php?i=137.