viernes, 20 de marzo de 2009

Oliverio Girondo. Argentina, 1891 - 1967



CAFÉ-CONCIERTO


Las notas del pistón describen
trayectorias de cohete, vacilan en el aire,
se apagan antes de darse contra el suelo.

Salen unos ojos pantanosos, con mal
olor, unos dientes podridos por el dulzor
de las romanzas, unas piernas que hacen
humear el escenario.

La mirada del público tiene más densidad
y más calorías que cualquier otra, es una
mirada corrosiva que atraviesa las mallas
y apergamina la piel de las artistas.

Hay un grupo de marineros encandilados
ante el faro que un “maquereau” tiene en
el dedo meñique, una reunión de
prostitutas con un relente a puerto, un
inglés que fabrica niebla con sus pupilas y
su pipa.

La camarera me trae, en una bandeja
lunar, sus senos semi-desnudos... unos
senos que me llevaría para calentarme los
pies cuando me acueste.

El telón, al cerrarse, simula un telón
entreabierto.



Brest, agosto, 1920.



APARICIÓN URBANA


¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos, herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio, hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.

Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.




Comentarios

Junto a César Vallejo (algunos años antes) y Martín Adán en Perú, y Vicente Huidobro en Chile, Oliverio Girondo inaugura la vanguardia latinoamericana causando un remezón sin precedentes en la poesía de lengua española. La libertad de la palabra unida al uso pulcro del lenguaje y a la concepción docta de la cultura, logran un producto de altísima calidad que rápidamente trasciende las fronteras del cono sur de América latina.

La poesía de Girondo es fresca, con vientos rápidos y osados. Si hiciéramos un paralelo con una cata de vinos deberíamos estar hablando de aromas frutales, de brillos y chispazos de luz, de cuerpo definido, ausencia de madera y una sensación agradable y de final dulzón.

La espontaneidad es notable, sin restricciones de tema ni encuadramientos forzados. Atrapa el entorno con la facilidad de la mirada y lo estampa con gracia, cuando ello corresponde, o con crueldad si ese fuera el caso.

Nótese la facilidad del corte, casi de un "azar voluntario", el arriesgado juego de rimas asonantes que supera con sobriedad cualquier intento de derrumbe, sin perder música, ni ritmo y sin lastimar el oído de los más críticos lectores de poesía.




Oliverio Girondo (Buenos Aires, 1891- 1967)

Nace en Buenos Aires, un 17 de agosto de 1891, en el seno de una familia acomodada. Su infancia transcurre en la capital argentina, aunque muy temprano la grácil economía familiar encamina los pasos del poeta en ciernes hacia la vieja Europa, donde cursa estudios en varios colegios: en el colegio Epsom de Londres y en la Escuela «Albert le Grand» de Arcueil, cerca de París, de la cual, volviendo al relato de RAMÓN, es expulsado al arrojar «un tintero a la cabeza del profesor de Geografía porque habló en su lección de los antropófagos que existían en Buenos Aires, capital del Brasil».
Termina sus estudios juveniles de regreso a Buenos Aires y principia su actividad literaria. Estudia Derecho y mantiene visitas periódicas a Europa. En estas entabla relaciones literarias y amistosas con poetas y artistas del ese continente, que le introducen en los diversos círculos de las nuevas corrientes estéticas. En esa época sus lecturas más estimadas son los poetas simbolistas franceses, los ensayos de ideario decadente de Remy de Gourmont, el Darío de Los raros y la filosofía de Nietzsche. Por esos años, Girondo anda colaborando como corresponsal en diversas revistas porteñas como Plus Ultra y la
conocida Caras y caretas. El poeta Jules Supervielle, medio uruguayo-medio francés, le presenta en París a los jóvenes que por esos años ya organizaban las célebres veladas surrealistas
En Madrid, Gómez de la Serna le recibe en la tertulia de Pombo, de donde arranca una espontánea y duradera amistad que fragua años más tarde con la estadía del madrileño en Buenos
Aires. Recorre el Nilo y visita las pirámides de Egipto, y en Italia conoce al pintor argentino Emilio Pettoruti. Fruto directo de este periplo viajero (Madrid, Sevilla, París, Buenos Aires, Río de Janeiro) es su primer libro de poemas Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, publicado en una pequeña población francesa en 1922. Ese mismo año, junto a la obra de Girondo, se publican también Trilce del peruano César Vallejo, Andamios Interiores del mexicano Manuel Maples Arce y Paulicèia desvairada del brasileño Màrio de Andrade, para confirmar la madurez de la poesía vanguardista en América Latina.
Dedica casi en su totalidad el año 1923 a recorrer España y a gestar el que será su segundo libro de poemas, Calcomanías, publicado precisamente en España en 1925.
De regreso en Buenos Aires, funda en 1924, junto a Evar Méndez y algunos otros escritores y artistas, el periódico Martín Fierro, con el objeto de formar un ambiente preparatorio para el desarrollo de las nuevas corrientes artísticas en el Río de la Plata. En julio de ese mismo año emprende un largo viaje por América y Europa en «misión intelectual» para promover un «frente único» y un «verdadero intercambio de producciones, revistas y libros; ideas, poesía, arte», en países como Chile, Cuba, México o Perú. Su peregrinaje es saludado por intelectuales de la talla de Guillén, Mariátegui o Villaurrutia.
En 1927, tras la polémica con La Gaceta Literaria sobre el «meridiano intelectual de Hispanoamérica», se disuelve el periódico Martín Fierro (su último número apareció el 15 de noviembre de 1927).
Girondo mantiene su proyecto poético publicando en Buenos Aires en 1932 su libro Espantapájaros. La presentación del libro tiene lugar en Buenos Aires con las exageraciones propias de las manifestaciones vanguardistas. La experiencia publicitaria resultó un éxito y el libro se agotó en cosa de un mes. En 1937 aparece su el relato Interlunio con el sello de Editorial Sur. El elemento visual se une de nuevo al verbal a través de las oscuras aguafuertes de Lino Spilimbergo.
En 1942 la editorial Losada publica Persuasión de los días.
En 1943, después de una duradera relación, Oliverio Girondo y Norah Lange deciden contraer matrimonio. Por esas fechas ambos comparten sus días entre la quinta de Gwen y la casa de Suipacha al 1444, en Buenos Aires. En 1946 aparece una plaquette con un único y extenso poema: Campo nuestro. En 1948 realiza un viaje a Europa con su esposa, que se repite en 1965 siendo éste el último.
Aldo Pellegrini presenta en el número 2, noviembre de 1953, de la revista Letra y línea los primeros poemas que en 1956 compondrán la edición definitiva de En la masmédula.
Un accidente sufrido en 1961 le deja disminuido durante los últimos años de su vida. Muere en Buenos Aires el 24 de enero de 1967.


jueves, 19 de marzo de 2009

Eugenio Montale. Italia,1896 - 1981


Poema 5 (de Xenia)

Del brazo tuyo he bajado por lo menos
un millón de escaleras
y ahora que no estás, cada escalón es un vacío.
También así de breve fue nuestro largo viaje.
El mío aún continúa, mas ya no necesito
los trasbordos, los asientos reservados,
las trampas, los oprobios de quien cree
que lo que vemos es la realidad.
He bajado millones de escaleras dándote el brazo
y no porque cuatro ojos puedan ver más que dos.
Contigo las bajé porque sabía que de ambos
las únicas pupilas verdaderas,
aunque muy empañadas eran las tuyas.



Rememoro tu sonrisa

Rememoro tu sonrisa, y es para mí como el agua límpida
hallada al azar en la pedrera de un arenal,
exiguo espejo en el que mira una hiedra sus corimbos;
y encima el abrazo de un tranquilo cielo blanco.
Ese es mi recuerdo; no sabría decir, en la distancia,
si en tu rostro se expresa libre un alma ingenua,
o si verdaderamente eres un fugitivo que el mal del mundo
extenúa
llevando su sufrir consigo como un talismán.

Mas esto puedo decirte, que tu imaginada efigie
sumerge mis caprichosas inquietudes en una oleada de calma,
y que tu semblante se insinúa en mi gris memoria
sencillo como la copa de una joven palmera...




Comentario

Poesía cargada de ausencias, de partidas, de lejanías, de velada esperanza. Montale estructura su obra en una libertad sorprendentemente ordenada, disciplinada. Decir con las palabras justas, lo que justamente se trata de decir sin abandonar el tinte hermético, es lo que caracteriza la poesía de Montale.
Una carga importante de pesimismo lastra sus versos, pero ello no transforma su obra en una poesía pesimista o desesperanzada, por el contrario, Montale amansa el contratiempo, doma la adversidad en la belleza de sus letras, desafía sabiamente el destino que avisora y lo enmarca, desconfiado, en la precisión de su poética.
Vocabulario cotidiano. El esplendor de la sencillez que la sabiduría otorga. Un orden de libertad en una hermosa estructura. Esa es la poesía de Eugenio Montale.



Eugenio Montale. (Génova, 1896 -1981)

Poeta italiano que aportó una visión absolutamente personal de la problemática y las inquietudes del hombre contemporáneo, partiendo de los hallazgos formales del simbolismo y del decadentismo, a los que enriqueció con una voz inconfundible. Considerado con frecuencia uno de los fundadores del hermetismo italiano de entreguerras, la singularidad de su poética desborda no obstante los presupuestos teóricos de este movimiento. En 1975 se le concedió el premio Nobel de Literatura.
Inició sus estudios de letras en su ciudad natal, dedicándose sobre todo a la frecuentación de los clásicos italianos, de la novela francesa y de filósofos como Schopenhauer o Croce, pero los interrumpió por motivos de salud y para aprender canto lírico. Intervino como oficial de infantería en la Primera Guerra Mundial, al terminó de la cual empezó a relacionarse con los círculos literarios de Génova y Turín, llegando a participar en la fundación de la revista Primo tempo, muy influyente pese a que sólo se publicaron ocho números.
En 1927 se trasladó a Florencia para trabajar en la editorial Bemporad durante un breve período, ya que muy pronto fue nombrado director del gabinete científico literario G. P. Vieusseux, cargo del que fue destituido diez años después por haberse negado a inscribirse en el partido fascista. Se dedicó entonces a la traducción y a la crítica literaria, sobre todo después del segundo gran conflicto bélico, cuando se trasladó a Milán para ocuparse de la sección literaria del Corriere della Sera.
En su primera colección de poemas, Huesos de sepia (1925), casi todos ambientados en los paisajes y escenarios en los que pasó su infancia, expuso ya los temas más característicos de su poética: un sentimiento de cansancio y de soledad, una angustiosa desconfianza en la vida y la conciencia de la inutilidad de cualquier lucha. A través de endecasílabos fragmentados, en un casi sinfónico empleo del verso libre, expresó allí el "mal de vivir": la irremediable derrota del hombre.
Su siguiente libro fue La casa dei doganieri (1932), y ya en el tercero, Le occasioni (1939), sin abandonar la introspección pesimista, parecía abrirse un resquicio a la presencia de "ocasiones" o casualidades.
Tras Finisterre (1943) publicó La bufera e altro (1956), uno de sus más celebrados libros, y acaso el punto en el que su poesía "directa pero difícil, familiar pero esencial, prosaica pero con frecuencia sublime", al decir de su traductor Manuel Durán, concilia el escepticismo con la vitalidad.
Ya en la vejez, Montale entregará todavía las crónicas de Cuaderno de cuatro años (1977), la sabiduría teórica de Sobre la poesía (1976), y fundamentalmente los memorables poemas de amor que integran las dos partes de Xenia (1964-1969) y el testamento de su estética y su concepción del mundo que significó Satura (1971). Montale falleció en Milán en 1981.

martes, 17 de marzo de 2009

Martín Adán. (Perú, 1908 - 1985)


De "Diario de poeta"



Poesía, mano vacía...
Poesía, mano empuñada
Por furor para con su nada
Ante atroz tesoro del día...

Poesía, la casa umbría
La defuera de mi pisada...
Poesía la aún no hallada
Casa que asaz busco en la mía...

Poesía se está defuera:
Poesía es una quimera...
¡A la vez a la voz y al dios!...

Poesía, no dice nada:
Poesía se está, callada,
escuchando su propia voz.




POEMAS UNDERWOOD (Publicado en "La Casa de Cartón")


Prosa dura y magnífica de las calles de la ciudad
sin inquietudes estéticas.
Por ellas se va con la policía a la felicidad.
La poesía gafa de las ventanas es un secreto de costureras.
No hay más alegría que la de ser un hombre bien vestido.
Tu corazón es una bocina prohibida por las ordenanzas
de tráfico.
Las casas rumian sus paces de buey.
Si dejaras saber que eres un poeta, irías a la comisaría.
Límpiate de entusiasmos los ojos.
Los automóviles te soban las caderas, volviendo la cabeza. Cree tú que son mujeres viciosas. Así tendrás tu aventura y tu sonrisa para después de la cena.
Los hombres que tropiezan tienen la carne encallecida de oficina.
El amor está en cualquier parte, pero en ninguna está de otro modo.
Pasaban obreros con los ojos resentidos con la tarde, con la ciudad y con los hombres.
¿Por qué había de fusilarte la Checa? Tú no has acaparado sino tu alma.
La ciudad lame la noche como una gata famélica.
Y tú eres un hombre feliz, quizá el único hombre feliz.
Tienes camisa y no tienes grandes pensamientos de ninguna clase.
Ahora siento cólera contra los acusadores y los consoladores.
Spengler es un tío asmático, y Pirandello es un viejo estúpido, casi un personaje suyo.
Pero no he de enfurecerme por pequeñeces.
Mil cosas han hecho los hombres peores que sus culturas: las novelas de Víctor Hugo, la democracia, la instrucción primaria, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera.
Pero los hombres se empeñan en amarse los unos a los otros.
Y, como no lo consiguen, acaban por odiarse.
Porque no quieren creer que todo es irremediable.
La polis griega sospecho que fue un lupanar al que había que ir con revólver.
Y los griegos, a pesar de su cultura, fueron hombres felices.
Yo no he pecado mucho, pero ya sé de estas cosas.
Bertoldo diría estas cosas mejor, pero Bertoldo no las diría nunca. Él no se mete en honduras -y está viejo, quiere paz y hasta apoya a los moderados.
El mundo no está precisamente loco, pero sí demasiado decente. No hay manera de hacerle hablar cuando está borracho. Cuando no lo está, abomina de la borrachera o ama a su prójimo.
Pero yo no sé sinceramente qué es el mundo ni qué son los hombres.
Sólo sé que debo ser justo y honrado y amar a mi prójimo.
Y amo a los mil hombres que hay en mí, que nacen y mueren acada instante y no viven nada.
He aquí mis prójimos.
La justicia es unas estatuas feas en las plazas de las ciudades.
Ninguna de ellas me gusta ni poco ni mucho -no son diosas ni mujeres-.
Yo amo la justicia de las mujeres sin túnica y sin divinidad.
En punto a honradez, no soy de los peores.
Como mi pan a solas, sin dar envidia a mi prójimo.
Nací en una ciudad, y no sé ver el campo.
Me he ahorrado el pecado de desear que fuera mío.
En cambio deseo el cielo.
Casi soy un hombre virtuoso, casi un místico.
Me gustan los colores del cielo porque es seguro que no son tintes alemanes.
Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre.
No estoy muy convencido de mi humanidad; no quiero ser como los otros. No quiero ser feliz con permiso de la policía.
Ahora en las calles hay un poco de sol.
No sé quién se lo ha llevado, qué mal hombre, dejando manchas en el suelo como un animal degollado.
Pasa un perrito cojo -he aquí la única compasión, la única caridad, el único amor de que soy capaz-.
Los perros no tienen Lenin, y esto les garantiza una vida humana pero verdadera.
Andar por las calles como los hombres de Pío Baroja -(todos un poco perros)-.
Mascar huesos como los poetas de Murger, pero con serenidad.
Pero los hombres tienen posvida.
Por eso dedican su vida al amor del prójimo.
El dinero lo hacen para matar el tiempo inútil, el tiempo vacío…
Diógenes es un mito -la humanización del perro-.
El anhelo que tienen los grandes hombres de ser completamente perros. Los pequeños hombres quieren ser completamente grandes hombres, millonarios, a veces dioses.
Pero estas cosas deben decirse en voz baja -siento miedo de oírme a mí mismo-.
Yo no soy un gran hombre -yo soy un hombre cualquiera que ensaya las grandes felicidades-.
Pero la felicidad no basta a ser feliz.
El mundo está demasiado feo, y no hay manera de embellecerlo.
Sólo puedo imaginarlo como una ciudad de burdeles y fábricas bajo un aletazo de banderas rojas.
Yo me siento las manos delicadas.
¿Qué soy, qué quiero? Soy un hombre y no quiero nada.
O, tal vez, ser un hombre como los toros o como los otros.
Tú no tienes las ojeras demasiado grandes.
Yo quiero ser feliz de una manera pequeña. Con dulzura, con esperanza, con insatisfacción, con limitación, con tiempo, con perfección.
Ahora puedo embarcarme en un trasatlántico. E ir pescando durante la travesía aventuras como peces.
Pero ¿a dónde iría yo?
El mundo me es insuficiente.
Es demasiado grande, y no puedo desmenuzarlo en pequeñas satisfacciones como yo quiero.
La muerte es sólo un pensamiento, nada más, nada más…
Y yo quiero que sea un largo deleite con su fin, con su calidad.
El puerto, lleno de niebla, está demasiado romántico.
Citeres es un balneario norteamericano.
Los yanquis tienen la carne demasiado fresca, casi fría, casi muerta.
El panorama cambia como una película desde todas las esquinas.
El beso final ya suena en la sombra de la sala llena de candelasde cigarrillos. Pero ésta no es la escena final. Pero ello es por lo queel beso suena.
Nada me basta, ni siquiera la muerte; quiero medida, perfección, satisfacción, deleite.
¿Cómo he venido a parar en este cinema perdido y humoso?
La tarde ya se habría acabado en la ciudad. Y yo todavía me siento la tarde.
Ahora recuerdo perfectamente mis años inocentes. Y todos los malos pensamientos se me borran del alma. Me siento un hombre que no ha pecado nunca. Estoy sin pasado, con un futuro excesivo.
A casa…



Martín Adán (Lima, 1908 - 1985)

Martín Adán es el seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides (1908-1985), uno de los escritores más caracterizados de la literatura peruana del siglo XX. Con La casa de cartón (1928), se pondrá a la vanguardia de la literatura de ese momento. El libro, de prosa lírica, se ha convertido en un clásico de las letras peruanas. Hacia 1931, Martín Adán inicia la escritura de uno de sus poemas mayores, Aloysius Acker. El texto se ha publicado fragmentariamente y en más de una ocasión fue destruido parcialmente por su autor, que lo retomó en otras ocasiones. Paralelamente Martín Adán, que había escrito unos poemas que llamó Underwood en su primer libro, inicia un largo tanteo poético con colecciones de versos como La rosa de la espinela (1939) o Sonetos a la rosa (1941). En esos poemas el autor abandona las formas de vanguardia y tiene un acercamiento a los versos medidos que se convertirán en característicos de su obra posterior. Travesía de extramares (1950) es un libro de importancia crucial en la poesía de Martín Adán. Así el poeta nos entrega un listado de sus preferencias literarias. En 1961, en un breve opúsculo titulado Escrito a ciegas, el poeta llega a una hermosa depuración del lenguaje, abandona los artificios, deja de usar términos rebuscados y llega a una inesperada hondura. En La mano desasida (1961), el poeta desata toda sus inhibiciones, deja de lado toda retórica, para preguntarse por el ser. El poeta cosifica su propio ser y anima el ser de Macchu Picchu. No es casual, que en la raíz de las más importantes obras de Martín Adán esté el fenómeno de la separación o de la muerte. De muchos modos desprendido de los sueños y deseos comunes, Martín Adán tiene con casi todos los peruanos el vínculo del sufrimiento de una sociedad difícil. La diferencia está en que él tiene la voz, la más precisa voz. Martín Adán vivió sus últimos días recluído, por decisión personal, en un hospital siquiátrico de Lima, tras haber intentado en varias oportunidades escapar de un alcoholismo crónico que lo deterioró hasta la muerte.

La Tumba de Keats. Juan Carlos Mestre (España, 1957)

Juan Carlos Mestre

De "LA TUMBA DE KEATS" , 1999 (Fragmento)

Todo el tiempo que viví, toda la geografía de desavenencias, hierros, fechas,
todo el tiempo está aquí en el atardecer de este pájaro pintado por la mano del Giotto.
Soy el individuo, el adicto a la melancolía al cerrar una puerta,
el que se contradice y vacila, el que oye la aurora con voz de mujer que despierta,
me parezco al paraguas que llevan los revendedores en las regiones húmedas,
me parezco a la bruma que le brota de los ojos a las muchachas que
han nacido en el campo,
he dormido con la brevísima en el domicilio de la brevedad,
he escrito mi nombre en la arena, la marea ha subido, ha llegado el agua,
ahora puedo contemplarme en lo desaparecido hasta embellecer lo exhausto,
ahora igual que un aullido mi conciencia se debilita a lo lejos como luces
de una bahía,
soy el individuo.



Comentario

El "cultivo de artes" en la obra de Juan Carlos Mestre queda en evidencia en cada uno de los poemas que escribe. Un juego de imágenes vívidas, movimiento perceptible en cada verso, sonidos, música, danza, colores, una amalgama de sensaciones que asaltan al lector y lo envuelven en una atmósfera ajena pero amigable.

Imágenes como "...me parezco al paraguas que llevan los revendedores en las regiones húmedas..." nos transportan a escenarios conocidos a pesar de la extrañeza. Versos como "...he escrito mi nombre en la arena, la marea ha subido, ha llegado el agua..." nos llenan la lectura de movimientos armoniosos y sonidos tibios, siempre apropiables. Efectos como "...mi conciencia se debilita a lo lejos como luces / de una bahía...", logran causar en el lector tal intimidad, que es difícil no sentir el poema de Mestre encarnado en cada uno.



Juan Carlos Mestre (León, 1957)

Poeta y artista visual español nacido en Villafranca de Bierzo, León, en 1957. Cursó estudios de Ciencias de la Información en Barcelona, licenciándose con la tesis "Escritura y Realidad en el Periodismo Contemporáneo". En 1982 publicó su primer libro, Siete poemas escritos junto a la lluvia, y un año más tarde La visita de Safo. En 1985 obtuvo el "Premio Adonais" por Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo. Vivió algunos años en Chile donde publicó Las páginas del fuego en 1987. De vuelta a España publicó El arca de los dones, Los cuadernos del paraíso y La poesía ha caído en desgracia, "Premio Jaime Gil de Biedma" en 1992. Durante su estancia en Roma como becario de la Academia de España, escribió La tumba de Keats, "Premio Jaén de Poesía", en 1999. Como artista visual ha realizado exposiciones individuales de su obra plástica en España, Francia, Italia, Chile y EE.UU.

Fellatio. Raúl Zurita. Chile, 1951

Raúl Zurita
FELLATIO

¡Al que se mueva le aceito el culo a bayonetazos!
La puta que los parió…
La arenisca del suelo se me enterraba en la boca
y se escuchaban voces por los altoparlantes.
De pronto tocaron la canción nacional.
Esta es la canción nacional de Chile no de Cuba mierdas, gritó, mientras
me levantaba a patadas.
El viento me dio en la cara y vi a los otros.
La bandera se iba elevando al frente. Pensé: sólo
es un trapo, pero no era un buen momento para discutirlo.
Canté la canción nacional y quise que no acabara nunca.
Cuando terminó nos taparon la cara con nuestros propios sacos y nos
hicieron correr entre dos filas
de soldados.
Mientras caía se me desprendió el saco y vi el último culatazo.
La punta de la culata me rompió los dientes y penetró en mi boca.
La vi mientras se venía y luego el resplandor del golpe.
Mi amiga se la chupaba a un amigo y fue duro.
Amargas fellatio las del amanecer.



Comentario

La característica potencia de la poesía de Zurita hace especial alarde en esta obra suya que aparece publicada en su última entrega, In Memoriam. Esta fuerza sobrecogedora surge desde el título y se introduce como un viento huracanado en cada rincón de la habitación del lector. No es el calibre de las palabras utilizadas las que otorgan esta magnitud de poder al poema, ellas sólo son vías por las cuales dicha potencia circula. Independientemente de si conocemos o no las circunstancias en que el escrito nos sitúa, se respira entre los versos una atmósfera de creciente violencia. No hay ambigüedad de términos, desde el primero al último verso, toda la estructura literaria nos golpea con rabia, con ira, casi como haciendo de nosotros, los lectores, parte de la fila de víctimas y tomando la poesía sin disimulos, el papel violento del abusador. Una continuidad casi narrativa, sin adornos de dudosa literatura. Salvo el título (para algunos), ninguna palabra que pueda considerarse extraña. Los versos discurren como un vendaval y nos remecen hasta el choque. El final, notabilísimo, nos arranca, con la misma fuerza que nos arrastraba desde el inicio, hacia un contexto distractor de espectacular aplicación. Sin duda un poema impresionante.


Datos del autor


Raúl Zurita (Valparaíso, Chile, 1951)
Realizó sus estudios básicos y medios en Santiago. Luego inició sus estudios de Matemáticas, para luego interrumpirlos y dedicarse a la poesía. Finalmente estudió Ingeniería Civil en Estructuras en la Universidad Federico Santa María. En los ´70 comenzó a formar parte del grupo CADA (Colectivo de Acciones de Arte), junto a los artistas "Lotty" Rosenfeld, Juan Castillo y el sociólogo Fernando Balcells. En 1990 es nombrado agregado cultural en Roma. En 1993 escribió en el desierto de Atacama, con letras gigantes, para que pudiera ser vista desde las alturas: "Ni pena ni miedo", con la cual pretendía dar un mensaje de esperanza al pueblo chileno. Recibió el Premio Pablo Neruda (1989), el Pericle d’Oro (Calabria, Italia, 1994) y obtuvo la beca Guggenheim, para luego desempeñarse como profesor de Literatura en la California State University. Fue premiado con el Premio Nacional de Literatura en el 2000. Premio Nacional de Literatura de Francia 2004. Libros: Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982), Canto a su amor desaparecido (1986), El amor de Chile (1987), Selección de poemas (1990), La vida nueva (1994), Canto de los ríos que se aman (1995), Poemas militantes (2000), Sobre el amor y el sufrimiento (2000), INRI (2003), In Memoriam (2008).

lunes, 16 de marzo de 2009

Mi niña y el napalm

Ya nada
nos queda aquí, al borde, antes
de los delgados hilos donde cantan
gorjeantes los pájaros azules
tu transparente decapitación.
José Ángel Valente.
I.

El agua de la mirada dice de sus pasos cuando se van,
qué bellas son tus alas mi niña y tu boca de llantos en el color del incendio.

Y dice de la muerte bellezas; de la espera dice interminable,
de la tarde llevadora de recuerdos, pintadora de soles grandiosos
- por si la oscuridad fuera dura -
y los zancudos que sobrevivan quieran sorbernos las sonrisas.
De Mi niña y el napalm, Roberto Casanova G.

Héctor Hernández Montecinos. Chile, 1979


Héctor Hernández Montecinos

Hay tantos pobrecitos


Hay tantos pobrecitos
(si es que los pobrecitos se parecen a unos pescadores y no a unos preponderantes)
que me da mucha pena
(si es que la pena se parece a un rocío y no a una pedrada)
los centinelas
(si es que los centinelas son espejos y no mentalidad)
los patean
(si es que patear se parece a alcanzar y no a dar en el blanco)
y los escupen
(si es que escupir se parece a invitar y no a ceder)
yo les digo
(si es que decir se parece a beber y no a hostigar)
que no lo hagan
(si es que hacer se parece a una jauría y no a un alba)
pero también
(si es que el también se parece a un abrazo y no a una carta)
me lo hacen a mí
(si es que hacer se parece a explayarse y no a vigilar)
Corro a mi casa
(si es que la casa se parece a un laurel y no a un torniquete)
y mi mamá
(si es que mi mamá se parece a un barco y no a una esmeralda)
me entra del pelo
(si es que el pelo se parece a una cornea y no a una ruta)
y me da una zurra
(si es que la zurra se parece a un baile y no a una manguera)
los centinelas que me seguían
(si es que los centinelas son espejos y no mentalidad)
se ponen a reír
(si es que reír se parece a desayunar y no a consumir)
y le dicen
(si es que decir se parece a excitarse y no a serpentear)
mentiras de mí
(si es que las mentiras se parecen a unos mapas y no a unos céspedes)
que son verdad
(si es que la verdad se parece a un lodazal y no a una mujer)


De El barro lírico, de Héctor Hernández Montecinos
Héctor Hernández Montecinos (Santiago de Chile, 1979)
Licenciado en Literatura. Doctor en Filosofía con mención Teoría del Arte. Sus libros de poesía editados entre el 2001 y el 2003 aparecen reunidos en [guión] (LOM: Santiago, 2007). [coma] (MANTRA: Santiago, 2006) es el volumen siguiente y reúne su trabajo poético del 2004 a la fecha de su publicación, (2º edición en prensa traducida al portugués). Además han aparecido los siguientes libros recopilatorios de sus textos: Putamadre (Zignos, Lima, 2005; 2º ed. Mandrágora cartonera, La Paz, 2007), Ay de mí (Ripio ediciones : Santiago, 2006) y Segunda mano (Zignos, Lima, 2007). Textos suyos aparecen en diversas antologías y revistas en Latinoamérica, EEUU y España. Algunos han sido traducidos al alemán, inglés, francés, catalán y vasco. Ha sido invitado a festivales de poesía en Argentina, Alemania, Brasil, Chile, México y Perú. En Chile ha sido becario del Consejo Nacional del Libro y la Lectura como ensayista (2003) y como poeta (2006), del FONDART para realizar su doctorado (2004 y 2005), de la Fundación Pablo Neruda (2005) y de la Fundación Andes (2005). Escribe regularmente sobre literatura, subjetividad, cultura, arte y género. Su trabajo poético se ha cruzado con música, fotografía, instalaciones y diversas realizaciones audiovisuales. Ha dirigido varios proyectos editoriales, hace performances y acciones de arte, collages en papel, ilustraciones, guiones y obras de teatro en pequeño formato. Es el director de los encuentros latinoamericanos de poetas en Santiago de Chile "Poquita Fe". Actualmente trabaja en el tercer y último volumen de su obra poética, [y punto], el cual comprenderá el trabajo hasta el año 2009.

Leer Poesía: una introducción necesaria.



En los últimos años se han venido sucediendo artículos de prensa en las secciones culturales de diarios importantes, en los cuales se menciona, quejumbrosamente, el aparente abandono por parte de los lectores, hacia la poesía. No hay mucho que discurrir en realidad, basta repasar las listas de libros más vendidos en las librerías más importantes de nuestros países y si entre ellos aparece algún libro de poesía, de seguro se tratará de un error.

Pero, ¿qué tan trascendente puede ser esto, tanto para las personas, los lectores, como para las y los poetas?

Pertenecer a una minoría cultural siempre ha sido motivo de vanidad. Y esto es especialmente cierto en la poesía. Más de alguna vez, algún escritor de narrativa ha acusado a los poetas de creerse los seres privilegiados de la creación (literaria y no literaria).

Se escucha, en el medio literario, una suerte de lamento por parte de las y los poetas, en el que se argumenta que "de la poesía no se puede vivir" y se genera una especie de "martirio" poético al cual son arrimados aquellos "grandes seres" que a pesar de la adversidad, deciden entregar sus esfuerzos vitales a la creación y la difusión de la poesía. Casi un gesto heróico, por llamarlo de alguna manera.

Conozco a más de un poeta (y para no seguir mencionando "las y los poetas", permítanme generalizar en el término "poetas" con artículo masculino) que en realidad lleva a cuestas su oficio, con amor de santo, casi religiosamente, como una cruz que, a pesar del dolor que le causa, le enorgullece cargar. Y el sustento económico llega de las maneras más inverosímiles, milagrosamente. Tal vez surja, de este esfuerzo piadoso, y esta provisión misteriosa, la audaz idea de que los poetas, son en realidad, seres iluminados.

Pero a fin de cuentas, mortales y nada más. Lo cierto es que, odiados o idolatrados, los presagios y las profecías que colocaron una fecha a la muerte de la poesía, han tenido que ir postergando sus vaticinios y han tenido que enfrentarse con una realidad inevitable: los poetas son mortales, pero la poesía no.

Y sí; las personas no buscan poesía como lectura habitual, los libros de poesía no ocupan lugares de bestsellers, los poetas seguimos siendo seres extraños y clandestinos.

Después de leer una conocida novela de Philip Roth, comentándola con un amigo, llegué a una conclusión genial: a él le había fascinado, y a mi no. Ambos reconocimos sin duda alguna que Roth es un escritor imprescindible en nuestro siglo XXI. Ambos acordamos que leeríamos algún otro libro de su autoría para comentarlo, tal como hicimos con el anterior. La subjetividad, el gusto, el mercado, la publicidad, todos estos factores participaron en nuestra conversación y en nuestra conclusión final. No habiendo sido una narración de mi agrado, pude reconocer, como muchos otros lectores, que Roth es un tremendo escritor.

Esto no sucede en la poesía. La subjetividad nos traiciona. Si un poema no nos gusta, entonces es malo, y muy posiblemente todos los poemas de este autor serán igual de malos o peores. Si un poema es de mi agrado, entonces es buena poesía la que aquel autor escribe y concluiré que es un buen poeta. A diferencia de la narración, en la poesía se dificulta la objetividad.

Y en eso radica el problema de la lectura de la poesía. En que no sabemos apreciar la obra poética en cuanto obra artística como tal. No podemos reconocer como buena poesía a aquella que no nos gustó. Objetivamente hablando, deberíamos ser capaces de calificar un poema en la medida de su valor real, y poder concluir después de saborearla, en alguna expresión como: "no me gustó mucho, pero es en realidad un muy buen poema" y planificar leer a ese mismo o a otro poeta, por el simple placer de leer poesía.

Lamentablemente, para llegar a este punto de objetividad con la poesía, sólo existe un camino: leer, leer y leer poesía.

En esta página humilde, a esto es justamente, a lo que invitamos.