MUERTE DE UN PÁJARO
Tenía un color magnífico; era un Carpintero,
Le descargué mis perdigones,
Pareció titubear, luego cayó sobre una ancha hoja de palmera.
Lo tomé en mi mano. Era así: oro, negro, rojo.
Lo palpé, le desplegué las alas, lo examiné minuciosa y largamente: Estaba intacto.
Debió morir de una conmoción súbita
Tenía un color magnífico; era un Carpintero,
Le descargué mis perdigones,
Pareció titubear, luego cayó sobre una ancha hoja de palmera.
Lo tomé en mi mano. Era así: oro, negro, rojo.
Lo palpé, le desplegué las alas, lo examiné minuciosa y largamente: Estaba intacto.
Debió morir de una conmoción súbita
Bajo los efectos de la mescalina (Michaux)
HE NACIDO AGUJEREADO
Sopla un viento tremendo,
No es sino un pequeño agujero en mi pecho,
pero sopla en él un viento tremendo.
Pueblecito de Quito, tú no eres para mí.
Yo necesito odio, y envidia; ésta es mi salud.
Es una gran ciudad la que necesito.
Un gran consumo de envidia.
No es sino un pequeño agujero en mi pecho,
pero sopla en él un viento tremendo,
En el agujero hay odio (siempre), espanto también e impotencia.
Hay impotencia y el viento está cargado de ella;
fuerte como los torbellinos,
rompería una aguja de acero,
y no es más que un viento sin embargo, un vacío.
¡Caiga la maldición sobre toda la tierra, sobre toda la civilización,
sobre todos los seres en la superficie de todos los planetas, a causa de este vacío!
Un señor crítico ha dicho que yo no alimentaba odio.
Este vacío, he ahí mi respuesta.
¡Qué mal se está, ay, en mi pellejo!
Siento la necesidad de llorar sobre el pan de lujo de la dominación y del amor,
sobre el pan de gloria que está afuera.
Siento la necesidad de mirar por el cuadro de la ventana,
que está vacío como yo, que no se alimenta de nada,
Dije llorar; no, es un barreno a frío, que barrena,
barrena incansablemente,
como sobre una viga de haya en la que 200 generaciones de gusanos se hubiesen
legado esta herencia; "barrena, barrena..."
Esto ocurre a la izquierda, no digo que sea el corazón,
Digo agujero, y no digo más, es rabia y contra ella no puedo,
Tengo siete u ocho sentidos. Uno de ellos: el sentido de lo que falta.
Lo toco y lo palpo como se palpa una madera,
una madera que sería más bien una gran selva de esas que ya no se ven en Europa
desde hace mucho.
Y esto es mi vida, mi vida en medio del vacío.
Si este vacío desaparece, yo me busco, enloquezco y eso es todavía peor.
Yo me he construido sobre una columna ausente.
¿Qué habría dicho el Cristo si hubiese estado hecho de este modo?
Hay algunas de estas enfermedades que, si se las cura, no le dejan nada al hombre.
Muere pronto, era demasiado tarde.
¿Puede acaso una mujer contentarse solamente con odio?
Si es así, amadme, amadme mucho y no dejéis de decírmelo,
y que alguna de vosotras me escriba.
¿Pero qué significa este ínfimo ser?
Casi no lo había advertido,
Ni dos nalgas ni un gran corazón pueden llenar mi vacío,
Ni ojos llenos de Inglaterra y de ensueños, como suele decirse.
Ni una voz cantante que dijese completivo y calor.
Los estremecimientos encuentran en mí un frío siempre alerta.
Mi vacío es un gran glotón, gran moledor, gran aniquilador.
Mi vacío es algodón y silencio,
Silencio que todo lo detiene.
Un silencio de estrellas,
Y aunque ese agujero es profundo carece totalmente de forma.
Las palabras no lo encuentran,
chapotean a su alrededor,
Siempre he admirado a esos que por creerse revolucionarios se consideraban hermanos.
Hablaban los unos de los otros con emoción; chorreaban como sopa.
Eso no es odio, amigos míos, eso es gelatina.
El odio es siempre duro,
hiere a los demás,
pero también desgarra al hombre en su interior,
continuamente.
Es el reverso del odio,
Y no hay nada que hacer. No hay nada que hacer.
MALDITO
Dentro de seis o más meses, o tal vez mañana, estaré ciego. Es mi triste, mi triste vida
que continúa.
Los que me engendraron lo pagarán, decíame antaño. Pero hasta hoy no han pagado nada todavía. Yo, sin embargo... es preciso que entregue ahora mis ojos. Su pérdida definitiva me liberará de sufrimientos atroces. Es todo cuanto puede decirse. Una mañana mis pupilas estarán llenas de pus.
Sólo habrá tiempo de intentar inútilmente algunas pruebas con el terrible nitrato de plata, y se acabará con ellos.
Hace nueve años que mi madre me decía: "Preferiría que no hubieras nacido".
Henri Michaux (Namur, Bélgica 1899 – París 1984)
Nace en Namur, Bélgica el 24 de mayo de 1899, hijo de un abogado católico. Su etapa escolar la realiza en un colegio jesuita en Bruselas. En algún momento de su juventud se inclinó por la vida sacerdotal pero fue disuadido por su padre. Inicia estudios de medicina en la Universidad de Bruselas, esencialmente influenciado por sus padres, ante quienes nuevamente se rebela, abandonando dichos estudios en 1919. Se dedica a viajar, primero a norte y Sudamérica (Río de Janeiro y Buenos Aires), enrolándose como fogonero de una nave de la Marina mercante francesa. En viajes posteriores Michaux visita África, India y China. En 1923 inicia su actividad literaria, escribiendo para la revista Le Disque Vert. Al recibir la desaprobación de sus padres respecto a sus elecciones de vida, Michaux decide mudarse a París en este mismo año.
En París logra mantenerse con trabajos de profesor y como secretario. Inicia a su vez su obra pictórica, interesándose en artistas como Paul Klee, Max Ernst, Giorgio Chirico y Salvador Dalí. Se decide por el surrealismo.
En 1926 aparecen poesías suyas publicadas en la revista Nouvelle Revue Françoise, recibiendo algunas críticas adversas. En 1927 aparece uno de sus primeros libros ¿Quién fui?, el cual le otorga un temprano reconocimiento.
La trayectoria poética de Michaux fue, desde el principio, claramente espiritual: una vía para el conocimiento de sí mismo. Su creatividad verbal puede considerarse como un ejercicio visionario en el que las palabras, desligadas de su uso común, se emplean para transmitir más un impulso que un significado. Michaux exploró el “espacio interior” de un modo similar al de Blaise Cendrars, y su imaginación poética se vio fortalecida por una intensa observación de la realidad.
Tras un viaje a Ecuador, recoge sus impresiones en el libro Ecuador, el cual publica en 1929. En un viaje posterior, esta vez al extremo oriente, entre 1931 y 1932, recopila el material para su siguiente publicación, Un bárbaro en Asia (1933). En 1935 vuelve a Sudamérica, esta vez visitando Buenos Aires, para una reunión del PEN Club International y luego Montevideo, donde se enamora de la poetisa Susana Soca. Publicará en 1936, su primer libro ilustrado: Entre centre et abscence. En 1937 expone por primera vez sus cuadros en París. Este mismo año se convierte en redactor en jefe de la revista Hermes, que se publica en Bruselas.
Entre otras obras publicó varios libros de viajes imaginarios (Voyage en Grande Garabagne, en 1936; Au pays de la magie, en 1941, e Ici, Poddema (1946), compilados en un solo volumen en Ailleurs, 1948); relatos de sus experiencias con la mescalina (Misérable miracle - Milagros Miserables- en 1956, El infinito turbulento en 1957, Paz en los quebrantes, 1959, Connaissance par les gouffres – Conocimiento en el abismo - en 1961, Las grandes pruebas del espíritu en 1966), y recopilaciones de aforismos y reflexiones (Passages,en 1950; Poteaux d'angle, en 1971.
Su más famoso libro fue Un certain Plume – Un cierto Plume – (1930), en el cual el protagonista es el alter ego de Michaux, representando una suerte de antihéroe que se enfrenta al mundo en tragicómicas aventuras. Este mismo personaje aparece en un par más de libros publicado por Michaux.
A partir de 1950 deja de lado la actividad literaria para dedicarse a la pintura. De hecho, aficionándose al uso de la mescalina, plasmará sus efectos en sus trabajos posteriores.
Se nacionaliza francés en 1954.
En 1960 incursiona en el cine mediante una película relacionada con sus experiencias con el uso de la mescalina. En 1965, el Museo de Arte Moderno de París, realiza una retrospectiva de su obra plástica.
Muere en París, el 17 de octubre de 1984.