jueves, 17 de septiembre de 2009

Blanca Varela González (Perú, 1926-2009)

"...el placer y el dolor
hacen al ángel
a dos carrillos músico."


"Un poema como una gran batalla me arroja en esta arena sin más enemigo"



Blanca Varela González (Lima, Perú, 1926-2009)



Blanca Leonor Varela González nació en el puerto de Supe, al sur de Lima, el 10 de agosto de 1926, en el seno de una familia de escritores, compositores y artistas, como su madre, Esmeralda González Castro (cuyo seudónimo artístico era Serafina Quinteras), famosa compositora de valses criollos, poeta y periodista limeña. Blanca fue a su vez nieta del poeta, historiador y diplomático ecuatoriano, Nicolás Augusto González Tola y de Delia Castro Márquez, escritora y poetisa limeña, padres ellos de Esmeralda González. Y ascendiendo en la genealogía de Blanca, encontramos que fue bisnieta del afamado tenor español Juan Pedro Castro Ocete quien conoció en Lima a Manuela Antonia Márquez García de Saavedra, poetisa y compositora, conocida por ser coautora de la primera zarzuela peruana. La línea paterna de Blanca no es menos literaria, su padre, Alberto Varela Orbegoso, fue un notable escritor y periodista, así como su tío, el escritor Luis Varela Orbegozo. Sin embargo el predominio matriarcal es notorio, su padre no vivió con ella a pesar de que tuvo una relación de amistad con su padre. A decir de Blanca, es su padre quien determina sus gustos literarios. En la familia Varela González eran 4 hermanos, Raúl (actor, periodista y poeta, muy conocido en Ecuador, en donde desarrolló su arte, aunque fue limeño de nacimiento y falleció también en lima en el año 2007), Nelly, Maruja y Blanca. Desde muy pequeña gustaba jugar con las palabras, repetirlas, hacerlas danzar, crea, inventa, emociona a sus mayores con sus pueriles escritos a los 7 años de edad. Dirá más tarde “no me gustaba mucho lo que me rodeaba (…) y al mismo tiempo, me gustaban demasiado las palabras, su sinsentido, su música”, refiriéndose a esta etapa infantil. Su escolaridad transcurre en un colegio católico. De esta etapa de su vida recordará “Más tarde, cerca de la adolescencia, estas palabras -no las de todos los días, sino las de mi pequeño juego- comenzaron a adquirir su propio sentido y, cuando no lo encontraban, a reclamarlo”. Todas las preguntas de su adolescencia exigirán una solución y sus cuadernos escolares recibirán sus escritos primeras respuestas. Entre los 16 y 17 años ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a la Facultad de Letras y Educación. Allí inicia una seguidilla de redescubrimientos literarios, conoce, comparte y se rodea de la élite de la intelectualidad literaria que marcará la línea literaria de las décadas venideras del Perú: Sebastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Francisco Bendezú. Salazar Bondy la llevó a conocer la peña Pancho Fierro, propiedad de las hermanas Bustamante, una de las cuales, Celia, fue la primera esposa de José María Arguedas (a quien Blanca Varela dedicará su primer poemario). El gran Arguedas proporcionará el espacio necesario, el paisaje en la que todo surgimiento ocurre, el barro que formará el cuerpo del que después Westphalen será soplo y espíritu. Vive sus años de rebeldía, hay discusiones con sus padres. En este ambiente conocerá varias generaciones de la cultura limeña, como Mario Sabogal, César Moro, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen (quien significaría para Blanca la personificación del surrealismo, en carne y hueso ante sus ojos, tal como ella lo mencionara), Washington Delgado, Carlos Germán Belli, Fernando de Szyszlo. Con este último, famoso artista plástico, contrajo matrimonio apenas terminó su vida universitaria y con él viaja a París inmediatamente después de su unión, en el año 1949. También en estas tertulias conoció a algunos grandes de la literatura extranjera como Dámaso Alonso, Christopher Isherwood y Corpus Barga. Ya en 1947 colaboraba en la revista literaria Las Moradas que dirigía Emilio Adolfo Westphalen y en la que también participaron Karl Jaspers, Luis Valcárcel, Martín Adán y César Moro.
Una vez en París, el universo literario se le hace infinito y conoce, entre otros, a Julio Cortazar y a Octavio Paz, quien guiará los detalles de su primera publicación hasta el punto de ser él quien, anecdóticamente, bautice este primer trabajo poético como “Ese puerto existe”. Originalmente este libro se iba a titular Puerto Supe (secreto homenaje a Arguedas), a lo que Octavio Paz se negaría aludiendo ambigüedad en el título. “Pero Octavio –dirá Blanca- ese puerto existe”, he allí el título Blanca, sentenciará Octavio Paz. De Paz y del poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, comprenderá y aprenderá que la poesía es un trabajo de todos los días, “y que no la elegimos sino que nos elige, que no nos pertenece sino que le pertenecemos, que no es otra cosa que la realidad y a la vez su únca y legítima puerta de escape”. Será también el escritor mexicano quien los conduzca en París a los cafés Floré y Etats Unis, lugares de reunión de la crema y nata de la literatura mundial, como son Sartre, Simone de Beauvoir, Henry Michaux, Carlos Martínez Rivas, Fernand Léger, Alberto Giacometti, Ernesto Cardenal, Rufino Tamayo y a muchos más. En París también se sentará a la mesa de Breton en el café Place Blanche. “Allí pude escucharlo a mis anchas y admirar la majestad leonina de sus gestos y de su mirada”.
Curiosamente en 1952 participará en calidad de actriz secundaria en un corto dirigido por Szyslo. Luego, 1956, vivió en Florencia por un año, año no poco marcador, por cierto “Florencia fue la ciudad de salida, la de los adioses, la de las mejores revelaciones, que siempre, hélas, son las últimas”. Posteriormente se instaló en Estados Unidos, específicamente en Washington, entre 1957 y 1960 con su esposo y sus dos hijos, Vicente y Lorenzo. Allí se dedicó a la traducción y el periodismo y publicó el ya mencionado libro “Ese puerto existe”, prologado por Octavio Paz, aunque algo de su obra ya había sido parte de una antología preparada por Sebastián Salazar Bondy y Alejandro Romualdo, la cual llevaba el título de “Antología general de la poesía peruana”, en 1957.
En 1962 retorna a Lima y se establece definitivamente allí. en 1963 publica “Luz de día”. En los años siguientes viajó en diferentes ocasiones principalmente a Estados Unidos, España y Francia. así reafirmará amistades como la de Octavio Paz y hará nuevas con José Ángel Valente y Antonio Gamoneda.
En 1971 publicó “Valses y otras falsas confesiones”, poesías escritas en Estados Unidos y que hablan sobre su nostalgia de Lima. En 1978 realizó en “Canto Villano” su primera recopilación. Entre 1977 y 1979 Blanca Varela fue secretaria del PEN Club Internacional y en este cargo debió acudir a los congresos de Hamburgo en 1977, Estocolmo en 1978 y Río de Janeiro en 1979. Asimismo, entre 1974 y 1997, fue la representante en Perú de la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica. Colaboró en todo este tiempo, simultáneamente con revistas peruanas, estadounidenses, italianas, francesas, argentinas, colombianas y mexicanas.
Blanca Varela ha sido grabada para el archivo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. En la Universidad de San Diego, California, en 1979, una tesis en inglés sobre su poesía incluyó la traducción de una buena cantidad de la poesía publicada hasta ese entonces. Publica en 1986 su antología “Camino a Babel”, en 1993 su “Poesía escogida” en la cual toma su obra desde 1999 a 1941. Este mismo año publica “Del orden de las cosas”, “Ejercicios materiales” y “El libro de Barro”. En 1996 publica su poesía reunida entre 1949 y 1994, en el libro “Canto Villano”, el mismo título de un trabajo anterior, de 1978. En 1999 publica “Como Dios en la nada”, una antología de sus trabajos realizados entre 1949 y 1998) y este mismo año publica “Concierto animal”.
En 1996, en un accidente aéreo, pierde a su hijo Lorenzo, episodio que marcará definitivamente su vida en adelante.
En el año 2000 publica su poesía reunida, bajo el título de “Donde todo termina abre las alas”, libro que reúne su trabajo desde 1949 al 2000. Finalmente en 2001, publica su último libro: “El falso teclado”.
En el año 2001 recibe el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo. En Octubre de 2006 se hace dueña del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, siendo la primera mujer en recibir este galardón. Durante la ceremonia de entrega de este premio, se anuncia a su vez que Blanca Varela gana la XVI edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, convocado en conjunto por el Patrimonio nacional de España y la Universidad de Salamanca, y que recibirá en su nombre su nieta, Camila de Szyszlo, dadas la precaria condición de salud de Blanca.
Blanca Varela fue condecorada también, en su país, con la Medalla de Honor del Instituto Nacional de Cultura del Perú.
Gran cantidad de su obra ha sido traducida al francés, alemán, italiano, portugués, inglés y ruso. Abundan en idioma español, las obras críticas y las tesis basadas en su poesía.
Dirá de ella Octavio Paz: “Blanca Varela es una poetisa que no se complace en sus hallazgos ni se embriaga con su canto. Con el instinto del verdadero poeta sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el tiempo, la soledad. Y, también, una exploración de la propia conciencia”.
Blanca Varela, tras una larga evolución del Alzheimer que la aquejaba, murió en Lima, el 12 de marzo de 2009.
A continuación una muestra de su obra:


Puerto Supe



a J.B.



Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo,
sombra veloz, nubes de espanto,
oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.

Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.

¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!

Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro
escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.

Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación,
un mismo tiempo de chorreantes dedos
y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.

Amo la costa,
ese espejo muerto en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.

Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre
ciego pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche.
Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente
en donde lloro a solas.

(De Ese puerto existe, 1959)

Destiempo

I

Se fue el día,
las escamas del sueño giran.
Todo desciende,
la noche es el tedio.
En el desierto, a oscuras,
temerosa del amor
la ostra llora a solas.
Caen las lívidas hojas de tu frente,
Te alejas, negra burbuja sin destino.
Se abren súbitamente mil calles,
arrecifes en llamas retienen tu cuerpo
helado como una lágrima,
nada te hiere,
el coral clava su garra en tu sombra,
tu sangre se desliza,
inunda praderas,
salta de las ventanas
como un rojo sonido
y todo esto no es sino el otoño.

II

El rayo ha perfumado
ferozmente nuestra casa.
Tenemos sed, tenemos prisa
por golpear con el hueso
de una flor en la tiniebla.
Hay un árbol talado en esta historia.
Contemplamos el cielo.
No hay señales.
Es de día
Es de noche
Murió la araña que media el tiempo,
Sólo hay un viejo muro
y una nueva familia
De sombras.
Toda la palidez inexplicable
es el recuerdo.
Travesía de muralla a muralla,
El abismo es el párpado,
Allí naufraga el mundo
Arrasado por una lágrima.
Despierto.
Primera isla de la conciencia:
un árbol.
El temor inventa el vuelo.
El desierto familiar me acoge.
Alguien me observa con indiferencia.

(De Ese puerto existe, 1959)

Ejercicios

Un poema
como una gran batalla
me arroja en esta arena
sin más enemigo que yo
yo y el gran aire
de las palabras.
(De Valses y otras falsas confesiones, 1971)


Dama de blanco

el poema es mi cuerpo
esto la poesía
la carne fatigada
el sueño el sol
atravesando desiertos
los extremos del alma se tocan
y te recuerdo dickinson
precioso suave fantasma
errando tiempo y distancia
en la boca del otro habitas
caes al aire eres el aire
que golpea con invisible sal
mi frente
los extremos del alma se tocan
se cierran se oye girar la tierra
ese ruido sin luz
arena ciega golpeándonos
así será ojos que fueron boca
que decía manos que se abren
y se cierran vacías
distante en tu ventana
ves al viento pasar
te ves pasar el rostro en llamas
póstuma estrella de verano
y caes hecha pájaro
hecha nieve en la fuente
en la tierra en el olvido
y vuelves con falso nombre de mujer
con tu ropa de invierno
con tu blanca ropa de
invierno
enlutado –
(De Canto Villano, 1978)

Malevitch en su ventana

1

ah mon maitre
me has engañado como el sol a sus criaturas
prometiéndome un día eterno todos los días

de lo inexacto me alimento
y toda el agua de los cielos es incapaz de lavar
esta ínfima y rebelde herida de tiempo que soy

polvo rebelde sí
con los cabellos de polvo desordenado
para siempre jamás por un peregrino pensamiento
persigo toda sagrada inexactitud

suave violencia del sueño
palabra escrita palabra borrada
palabra desterrada
voz arrojada del paraíso
catástrofe en el cielo de la página
hinchada de silencios

aquí el ojo comienza a desteñirse
a no ser
y la voz se quiebra inaudita
( alguien ha perdido definitivamente su balsa )
a la deriva sobre el océano
sopla el viento de la indiferencia
por la puerta entreabierta llega la aurora
más silenciosa y pálida que nunca

es el día sobreviviente con su carreta vacía
sigue brillando la lámpara penitente
pero no creo en su luz
ni compro la muerte con nombre de pez
ni es cierto que bajo su escama mortecina
dios nos contempla

2

sí señores
este es otro día inevitable
en que me alimento de lo inexacto
de la monstruosa fruta que aletea
de la huella en el aire
del recuerdo
del azogue perdido en alguna alcantarilla
de lo irrecuperable que se acumula y agiganta
en afiebrados cristales
y cruza el aire como una llama
recién nacida

flamante cuerpo en pugna con el sol

la farsa diaria desaparece tras una mano
que enciende y apaga a voluntad
su propia luz
penitente claridad
arde el oscuro aceite de la conciencia
sobre esta mesa que es todo el mundo
al otro lado de la ventana
alguien ha resuelto el enigma
para entrar en la vida basta un puerta
el otro lado sigue igual
nada que la luz no atraviese y oculte
nada que no sea la antigua y sagrada inexactitud
que golpea maderos bate alas
e incendia gargantas y corazones

3

hoy me despierta
con su delgado resplandor abstracto la esperanza
la oscuridad del naufragio
se escapa como un gato por la ventana
y alguien vuelve

alguien vuelve desvelado y sin prisa
con un pequeño rectángulo de eternidad entre las manos

(De Canto Villano, 1978)

Este poema puede ser escuchado de la propia voz de Blanca Varela haciendo
click en el siguiente link:
www.palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz.php&wid=2059&t=Mal...ca+Varela&o=Blanca+Varela


Último poema de junio

Pienso en esa flor que se enciende en mi cuerpo. La
hermosa, la violenta flor del ridículo. Pétalo de carne
y hueso. ¿Pétalos? ¿Flores?
Preciosismobienvestido,
muertodehambre, vaderretro.

Se trata simplemente de heridas congénitas y
felizmente mortales.

Luz alta. Bermellón súbito bajo el que despiertas
de pie, caminando a ninguna parte. Pies, absurdas
criaturas sin ojos. No se parecen sino a otros pies.
Y además estas manos y estos dientes, para mostrar-
los estúpidamente sin haber aprendido nada de ellos.

Y encima de todo y todas las cosas, sobre tu propia
cabeza, la aterciopelada corona del escarnio: un som-
brero de fiesta, inglés y alto, listo para saludar lo
invisible.

Rojos, divinos, celestes rojos de mi sangre y de mi
corazón. Siena, cadmio, magenta, púrpuras, carmi-
nes, cinabrios. Peligrosos, envenenados círculos de
fuego irreconciliable.

¿Adónde te conducen? ¿A la vida o a la muerte?
¿Al único sueño?
La flor de sangre sobre el sombrero de fiesta (inglés
y alto) es una falsa noticia.

Revelación. Soy tu hija, tu agónica niña, flamante
y negra como una aguja que atraviesa un collar de
ojos recién abiertos. Todos míos, todos ciegos, todos
creados en un abrir y cerrar de ojos.

El dolor es una maravillosa cerradura.

Arte negra: mirar sin ser visto a quien nos mira
mirar.

Arte blanca: cerrar los ojos y vernos.

Ver: cerrar los ojos.

Abrir los ojos: dormir.

Facilidades de la noche y de la palabra. Obscenidades
de la luz y del tiempo.

Y así, la flor que fue grande y violenta se deshoja y
el otoño es una torpe caricia que mutila el rostro
más amado.

Fuera, fuera ojos, nariz y boca. Y en polvo te con-
viertes y, a veces, en imprudente y oscuro recuerdo.

Dulce animal, tiernísima bestia que te repliegas en
el olvido para asaltarme siempre. Eres la esfinge
que finge, que sueña en voz alta, que me despierta.

(De Ejercicios Materiales, 1993)


La muerte se escribe sola
una raya negra es una raya blanca
el sol es un agujero en el cielo
la plenitud del ojo
fatigado cabrío
aprende a ver en el doblez
entresaca espulga trilla
estrella casa alga
madre madera mar
se escriben solos
el hollín de la almohada
trozo de pan en el zaguán
abre la puerta
baja la escalera
el corazón se deshoja
la pobre niña sigue encerrada
en la torre de granizo
el oro el violeta el azul enrejados
no se borran
no se borran
no se borran

(De Concierto Animal, 1999)


incorpóreo paseo del sol a lo umbrío
agua música en la sombra viviente
atravieso la afilada vagina
que me guía de la ceguera a la luz

bajo la alta cúpula sonora
en este colosal simulacro de nido
toco el vientre marino con mi vientre
registro minuciosamente mi cuerpo
hurgo mis sentimientos
estoy viva

(De Concierto Animal, 1999)


Bodas

Perdidos en la niebla
el colibrí y su amante.
Dos piedras lanzadas
por el deseo
se encuentran en el aire.
La retama está viva,
arde en la niebla, habitada.
(De El Falso Teclado, 2001)

Juego amoroso

las manos a la altura del aire
a dos o tres centímetros del vacío

no se mirará nada preciso
la polvareda que pasa
el inesperado cortejo de plumas
arrancadas al vuelo
la nubecilla rosada y tonta
que ya no es

el cierraojos y el ábrelos
en la breve opacidad
de una luz que no se ve
y el sueño pies de goma
y azules y brillantes
las estrellas
rientes

párpado sobre párpado
labio contra labio
piel demorada sobre otra
llagada y reluciente

hogueras
eso haremos a solas
(De El Falso Teclado, 2001)

Es fría la luz

es fría la luz de la memoria
lo apenas entrevisto brilla con insistencia
gira buscando el casco de botella
o el charco de lluvia

tras cualquier puerta que se abre
está la luna
tan grande y plana
tan fuera de lugar
como si de un cuadro se tratara
óleo sobre el papel
endurecido por el tiempo

así cayeron en la mente
formas y colores
casualidades
azar que anuda sombras
vuelcos en la negra marmita
donde a borbotones
se cuecen gozo y espanto

crece el yeso de un cielo
mil veces lastimado
mil veces blanqueado
se borra el mundo y se vuelve a escribir
hasta el último aliento

sólo esto
eternidad aparente
mísera astilla de luz en la entraña
del animal
que apenas estuvo
(De El Falso Teclado, 2001)

Diálogo

él abre la boca
es roja por dentro
ella abre los ojos
su córnea es blanca
como la luna
se está quieta
la córnea luna
iluminando apenas
la bienamada encía
adentro
con silencio
a boca cerrada
a oscuras
habitan ambos
(De El Falso Teclado, 2001)