con una mula vieja
y un ánfora de palo
brillante y negra..."
4
Hemos sepultado
en la distancia
el viaje
de las aves
hacia el puerto.
Ahora
sólo pienso
en los
ferrocarriles
surtos en la noche.
Papá,
no mires el
mar,
la espuma trae
en sus brazos
hombres
y pescadores hombres
muertos
en el tiempo.
No me busques,
el mar
sólo golpea
tu silencio.
(De Destierro, 1961)
Canción de negra
Lava que lava en el río.
Por dos reales tuve un amo.
De mi señor el obispo,
lava que lava el rosario.
Manchado tiene el anillo,
tiene el sombrero manchado.
Lava que lava, y el río
crecido va con mi llanto.
Canción de negro
Alta torre del velero,
entre sus patas de palo
nos amarró un marinero,
y mis hijos amarrados,
de penas se me murieron.
Alta torre del velero
¡te rompan los temporales
para enterrarme con ellos!
(De Comentarios Reales, 1964)
Dos soledades
I / Hampton Court
Y en este patio, solo como un hongo, adónde he de mirar.
Los animales de piedra tienen los ojos abiertos sobre la presa
enemiga
-ciudades puntiagudas y católicas ya hundidas en el río-
hace cien lustros
se aprestan a ese ataque. Ni me ven ni me sienten.
A mediados del siglo XIX los últimos veleros descargaron
el grano,
ebrios están los marinos y no pueden oírme
-las quillas de los barcos se pudren en la arena.
Nada se agita. Ni siquiera las almas de los muertos
-número considerable bajo el hacha, el dolor de costado,
la diarrea.
Enrique el Ocho, Tomás Moro, sus siervos y mujeres son el
aire quieto entre las arcadas y las torres, en el fondo
de un pozo sellado.
Y todo es testimonio de inocencia.
Por las diez mil ventanas de los muros se escapan el león y
el unicornio.
El Támesis cambia su viaje del Oeste al Oriente. Y anochece.
(De Canto ceremonial contra un oso hormiguero, 1968)
Café en Martirok Utja
(a Frigyes Todero)
Hay una lámpara floreada sobre el piano
y una estufa de fierro.
Bebes el vino junto a la única ventana:
un autobús azul y plata cada cinco minutos.
Pides el cenicero a la muchacha
(alta flor de los campos ven a mí).
La luz del otoño es en tu vaso
un reino de pájaros dorados.
Pero pronto anochece.
Los autobuses no son azul y plata,
el cenicero es una rata muerta,
el vaso está vacío.
La muchacha partió cuando encendieron
la lámpara floreada y tú mirabas
la lámpara floreada.
Puedes pedir otra jarra de vino,
pero esta noche
no esperes a los dioses en tu mesa.
(De El libro de Dios y de los Húngaros, 1978)
Taberna
En las tinieblas los cuerpos envejecen
sin que nadie repare en el escándalo
Un rostro amable y terso se confunde
con los belfos que van hacia la muerte.
Por eso somos hijos de la noche
a la puerta del templo. Un lamparín
es tabién el anuncio de reposo
para los cazadores extenuados.
Una taberna, por ejemplo, es en la noche
el frontispicio de las maravillas.
O al menos una luz en las colinas
donde rondan los perros salvajes.
Nadie teme a la muerte adormecido
en su mesa de palo y sin embargo
entre los altos vasos apacibles
se enfría el corazón con la insolencia
(y el encanto tal vez) de un tigre adulto
en la plaza del pueblo a pleno día.
Ninguna confidencia en verdad nos degüella.
Ni la risa recuerda a un jabalí
de pelambre dorada y fino precio.
El páncreas es un campo de ciruelas.
Los diablos apagan la linterna.
Aguardan (como suelen) donde cesa la luz.
(De Las inmensas preguntas celestes, 1992)
Asunción de la Virgen
Y ya no sé por qué, en medio del camino de
la vida (entre la selva oscura) me dije es
mara villa (sin mucha convicción) tener una
vejez sabia y serena repleta de gaviotas
como un campo de sal. Una luz de bengala
en el jardín la noche de año nuevo. No lo sé.
Cómo me gustaría, si no es mucho pedir,
reposar en la playa, sin mayores apremios
financieros y con buena salud. Igual que un
viejo serafín tendido en un garito o apenas
recostado contra un jacarandá. Así me dije
( sin mucha convicción) y recordé que no
sabemos nada de tu edad pasados los
sesenta. Tan sólo que te fuiste en cuerpo y
alma al reino de los cielos. Muerto tu hijo
Jesús, la historia dejó de registrarte. La
gárgola, que todo lo devora, te cobra media
entrada en los teatros y te concede algunos
privilegios en el bar.
(De Un crucero a las islas Galápagos (Nuevos cantos Marianos), 2005)
Tercer movimiento (Affettuosso)
Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca
de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no vera el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.
(De Agua que no has de beber, 1971)
Antonio Cisneros Campoy (Lima, Perú, 1942)
Nació en Lima el 27 de diciembre de 1942 y estudió en las universidades Católica y de San Marcos; se doctoró en letras en 1974. Hizo sus estudios de posgrado en Gran Bretaña y ejerció posteriormente la cátedra en las universidades de Huamanga y San Marcos en Perú, y en la Universidad de Budapest, Berkeley, Berlín y Virginia, fuera de su país. Simultáneamente ha desarrollado una ardua labor periodística, habiendo dirigido varias revistas y suplementos, entre ellos, El caballo rojo, 30 días y El búho.
Ha publicado once libros de poesía: Destierro (1961), David (1962), Comentarios reales (1964), Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968), Agua que no has de beber (1971), Como higuera en un campo de golf (1972), El libro de Dios y de los húngaros (1978), Crónica del Niño Jesús de Chilca (1981), Monólogo de la casta Susana (1986), Por la noche los gatos (1988), Material de lectura (1989), Propios como ajenos (1989), Postales para Lima (1991), Las inmensas preguntas celestes (1992) y Un crucero a las islas Galápagos (nuevos cantos marianos) (2005). En 1996 se publicó un volumen con su obra escrita hasta ese momento: Poesía reunida. Entre sus obras en prosa encontramos: El arte de envolver pescado (1990) y El libro del buen salvaje (1995).
En 1978 fue becario de la Fundación Guggenheim de Nueva York. En 1965 ganó el Premio Nacional de Poesía del Perú José Santos Chocano. En 1968 ganó el concurso de poesía Casa de Las Américas de Cuba. Además ha ganado el Premio Rubén Darío (México, 1981), el premio Parra del Riego (Montevideo, 1990), el premio Gabriela Mistral, otorgado por la Organización de Estados Americanos (2000), y el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (Chile, 2004).
Ha sido distinguido con el grado de Caballero de la Orden de la Artes y las Letras de la República Francesa (2004).
Sus obras han sido publicadas en inglés, francés, alemán, holandés y húngaro, y gran número de sus poemas han sido traducidos al italiano, portugués, sueco, danés, finlandés, rumano, turco, griego, japonés, serbio, chino y ruso.
Como siempre ,Amaro, excelentes elecciones.
ResponderEliminarTe sigo