martes, 23 de junio de 2009

César Vallejo (Perú 1892 - Francia 1938)

Frente a la puerta de Brandemburgo



LOS HERALDOS NEGROS



Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!



Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.



Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.



Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.



Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!




DESHOJACION SAGRADA



Luna! Corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!



Luna! Alocado corazón celeste
¿por qué bogas así, dentro de copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?



Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos!...




PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA



Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.



Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.



César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro



también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...




TRILCE



Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.



Donde, aún sin nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.



Es ese un sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.



Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.



Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.



El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran Cualquieraparte.



Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.



-Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. -¿Esta? - No; su hermana.



-No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
-do van en rama los pestillos.



Tal es el lugar que yo me sé.




ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CÁLIZ



Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!



¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!



Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!



Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que esta
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera , aquélla de la vida!



¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!...




BORDAS DE HIELO



Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos...
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!



Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!



Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo...




DOS NIÑOS ANHELANTES



No. No tienen tamaño sus tobillos; no es su espuela
suavísima, que da en las dos mejillas.
Es la vida no más, de bata y yugo.

No. No tiene plural su carcajada,
ni por haber salido de un molusco perpetuo, aglutinante,
ni por haber entrado al mar descalza,
es la que piensa y marcha, es la finita.
Es la vida no más; sólo la vida.

Lo sé, lo intuyo cartesiano, autómata,
moribundo, cordial, en fin, espléndido.
Nada hay
sobre la ceja cruel del esqueleto;
nada, entre lo que dio y tomó con guante
la paloma, y con guante,
la eminente lombriz aristotélica;
nada delante ni detrás del yugo;
nada de mar en el océano
y nada
en el orgullo grave de la célula.
Sólo la vida; así: cosa bravísima.

Plenitud inextensa,
alcance abstracto, venturoso, de hecho,
glacial y arrebatado, de la llama;
freno del fondo, rabo de la forma.
Pero aquello
para lo cual nací ventilándome
y crecí con afecto y drama propios,
mi trabajo rehúsalo,
mi sensación y mi arma lo involucran.
Es la vida y no más, fundada, escénica.

Y por este rumbo,
su serie de órganos extingue mi alma
y por este indecible, endemoniado cielo,
mi maquinaria da silbidos técnicos,
paso la tarde en la mañana triste
y me esfuerzo, palpito, tengo frío.




FRESCO



Llegué a confundirme con ella,
tanto ...! Por sus recodos
espirituales, yo me iba
jugando entre tiernos fresales,
entre sus griegas manos matinales.
Ella me acomodaba después los lazos negros
y bohemios de la corbata. Y yo
volvía a ver la piedra
absorta, desairados los bancos, y el reloj
que nos iba envolviendo en su carrete,
al dar su inacabable molinete.
Buenas noches aquellas,
que hoy la dan por reír
de mi extraño morir,
de mi modo de andar meditabundo.
Alfeñiques de oro,
joyas de azúcar
que al fin se quiebran en
el mortero de losa de este mundo.
Pero para las lágrimas de amor,
los luceros son lindos pañuelitos
lilas,
naranjas,
verdes,
que empapa el corazón.
Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
hay un cariño que no nace nunca,,,
que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico;
la mano azul, inédita de Dios!




LA VIOLENCIA DE LAS HORAS



Todos han muerto.



Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.



Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: «Buenos días, José! Buenos días, María!»



Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días de la madre.



Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.



Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.



Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.



Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.



Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.



Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.

Murió mi eternidad y estoy velándola.




BORDAS DE HIELO



Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos...
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!



Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!



Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo...!




DESNUDO EN BARRO



Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Substancia
camina un verso gris, un dromedario.
Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.
Las.Horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
Quién tira tanto el hilo; quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba?
Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!




SETIEMBRE



Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.
Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás.. . y para eso
yo no sé por qué fui triste. . . , tan triste...!
Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia. de Dios... y te fui dulce!
Y también una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.




MEDIALUZ



He soñado una fuga. Y he soñado
tus encajes en la alcoba.
A lo largo de un muelle, alguna madre;
y sus quince años dando el seno a una hora.
He soñado una fuga. Un "para siempre"
suspirado en la escala de una proa;
he soñado una madre;
unas frescas matitas de verdura,
y el ajuar constelado de una aurora.
A lo largo de un muelle...
Y a lo largo de un cuello que se ahoga!




TELÚRICA Y MAGNÉTICA



¡Mecánica sincera y peruanísima
la del cerro colorado!
¡Suelo teórico y práctico!
¡Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo!
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mujidos,
las aguas con su sorda antigüedad!



¡Cuaternarios maíces, de opuestos natalicios,
los oigo por los pies cómo se alejan,
los huelo retomar cuando la tierra
tropieza con la técnica del cielo!
¡Molécula exabrupto! ¡Atomo terso!



¡Oh campos humanos!
¡Solar y nutricia ausencia de la mar,
y sentimiento oceánico de todo!
¡Oh climas encontrados dentro del oro, listos!
¡Oh campo intelectual de cordillera,
con religión, con campo, con patitos!
¡Paquidermos en prosa cuando pasan
y en verso cuando páranse!
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!
¡Oh patrióticos asnos de mi vida!
¡Vicuña, descendiente
nacional y graciosa de mi mono!
¡Oh luz que dista apenas un espejo de la sombra,
que es vida con el punto y, con la línea, polvo
y que por eso acato, subiendo por la idea a mi osamenta!



¡Siega en época del dilatado molle,
del farol que colgaron de la sien
y del que descolgaron de la barreta espléndida!
¡Angeles de corral,
aves por un descuido de la cresta!
¡Cuya o cuy para comerlos fritos
con el bravo rocoto de los temples!
(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)
¡Leños cristianos en gracia
al tronco feliz y al tallo competente!
¡Familia de los líquenes,
especies en formación basáltica que yo
respeto
desde este modestísimo papel!
¡Cuatro operaciones, os sustraigo
para salvar al roble y hundirlo en buena ley!
¡Cuestas in infraganti!
¡Auquénidos llorosos, almas mías!
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
¡Estrellas matutinas si os aromo
quemando hojas de coca en este cráneo,
y cenitales, si destapo,
de un solo sombrerazo, mis diez templos!
¡Brazo de siembra, bájate, y a pie!



¡Lluvia a base del mediodía,
bajo el techo de tejas donde muerde
la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!
¡Rotación de tardes modernas
y finas madrugadas arqueológicas!
¡Indio después del hombre y antes de él!
¡Lo entiendo todo en dos flautas
y me doy a entender en una quena!
¡Y lo demás, me las pelan!...







César Vallejo Mendoza (Santiago de Chuco, Perú, 1892 – París, Francia, 1938)

César Abraham Vallejo Mendoza nació en Santiago de Chuco, el 16 de marzo de 1892, región de La Libertad, Perú. Su padre fue don Francisco de Paula Vallejo Benítez y su madre, doña María de los Santos Mendoza Gurrionero. Fue el menor de once hermanos. Sus abuelas fueron indias y sus abuelos sacerdotes gallegos. Pensó en alguna etapa de su infancia y adolescencia, dedicarse al sacerdocio. Tal vez ello explique las referencias bíblicas en sus escritos, sobre todo en los iniciales. Realizó sus estudios primarios en el Centro Escolar No. 271 de Santiago de Chuco y la educación secundaria en el Colegio Nacional San Nicolás de Huamachuco. inicia su educación superior en 1910, en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo, pero esto debió ser truncado por problemas económicos, los cuales lo obligaron a trabajar y ahorrar para continuar luego sus estudios. Para esto regresa a su pueblo natal, apoyando a su padre en su ejercicio gobernador. Así conoce la dura realidad de los trabajadores mineros de aquella región. Esta vivencia quedará plasmada en su novela El Tungsteno.
En un segundo intento por iniciar su vida universitaria, se inscribe en la Escuela de Medicina de San Fernando, en Lima, hacia 1911, pero sucede como en aquella primera vez, abandonando nuevamente la universidad.
Logra un empleo de preceptor particular de los hijos de un hacendado en Junín, en la sierra peruana, donde reside por 7 meses y luego de lo cual regresa a la capital de La Libertad, Trujillo, en donde se desempeña como ayudante de cajero en una hacienda azucarera. Es nuevamente golpeado por la dura realidad del indio peruano.
En 1913, por tercera vez, en Trujillo, regresa a la universidad, esta vez en la Facultad de Letras, y a fin de mantener sus estudios, trabaja Centro Escolar de Varones Nº 241, y después profesor del primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan. Logra finalmente graduarse de Bachiller en Letras, en Septiembre de 1915 con la tesis El romanticismo en la poesía castellana.
En 1916 toma contacto con la juventud intelectual de la época y conoce a figuras del porte de Antenor Orrego y Víctor Raúl Haya de la Torre. Por estos años también, publica sus primeros poemas en diarios y revistas locales. Conoce y se enamora de María Rosa Sandoval, en quien se inspira para escribir Los heraldos negros. En 1917 conoce a Zoila Rosa Cuadra con quien sostiene un corto y febril romance, cuando ella contaba sólo con 15 años de edad. Viaja a Lima en 1917, con intenciones de retomar estudios en la Universidad de San Marcos y optar por su doctorado en Letras y Derecho. En este ambiente conoce a grandes exponentes de las latras peuanas, entre ellos José María Eguren, Manuel González Prada, Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui.
Entre los años 1918 y 1920 trabaja en los colegios Barrós (en donde llegó a ser director) y Guadalupe. por estos años fallece su madre y se enamora de otra quinceañera, Otilia Villanueva, a quien escribe varios poemas. En 1919 publica su libro de poesía Los Heraldos Negros. En mayo de 1920 retorna a Santiago de Chuco y se ve envuelto en un confuso incidente que terminó con su reclusión carcelaria por cerca de 4 meses. Durante aquel encierro escribe gran parte de los poemas de su obra Trilce. Logra la libertad condicional en febrero de 1921 y se dirige a Lima, donde recibe un premio por su cuento Más allá de la vida y de la muerte. En 1922 se publica su segundo libro de poesías, Trilce, de acogida más bien indiferente por la crítica, aún no acostumbrada al vanguardismo poético. En esta obra Vallejo se anticipa a la renovación total del uso literario, que después se expondrían a plenitud en los trabajos del chileno Vicente Huidobro. En 1923 se publica Escalas melografiadas, colección de relatos y cuentos de corte vanguardista.
Vuelve al colegio Guadalupe como profesor por un corto tiempo, y el 17 de junio de 1923 parte por mar hacia Europa, para no volver nunca más al Perú. Un mes después arribará a París y se mantendrá ajustadamente mediante sus trabajos periodísticos en el diario El Norte, de Trujillo, y en las revistas L'Amérique Latine, de París, España de Madrid y Alfar, de La Coruña. Ocasionalmente se desempeñaba como traductor. Conoce en medio de todo este vértigo a Vicente Huidobro, al español Juan Larrea, a Pablo Neruda y a Tristán Tzara.
Su padre muere en 1925, año en que él es operado por una hemorragia intestinal, en un hospital de caridad, en París.
En 1925 el gobierno español le concede una beca para poder continuar sus estudios universitarios de Derecho en España. Vallejo cobra parte de dicha beca pero no logra terminarla y de hecho, nunca logrará su doctorado en Derecho ni en Letras. Simultáneamente trabaja para la institución Los grandes Periódicos Iberoamericanos y para la revista limeña Mundial. En 1926 conoce a Henriette Maisse con quien mantendrá una relación amorosa de casi 2 años. Renuncia a su trabajo en Los grandes Periódicos Iberoamericanos y funda con Larrea la revista Favorables París Poema. Envía colaboraciones para la revista limeña Variedades. A partir de 1927, algunos de sus escritos aparecen en la revista limeña Amauta, que había iniciado José Carlos Mariátegui. Conoce a la joven Georgette Philippart Travers y mantiene con ella una relación sentimental. Funda en 1928 la célula parisina del Partido Socialista del Perú. Viaja a Rusia en 3 oportunidades, la segunda de ellas acompañado por Georgette. A partir de 1929 agrega a sus colaboraciones al diario El Comercio. En París, entre 1923 y 1929 plantea las bases de Poemas en prosa, Contra el secreto profesional y la novela Hacia el reino de los Sciris, todos ellos de publicación póstuma. Viaja a Madrid en 1930 por la publicación Trilce, que marcó el descubrimiento de su poesía en España. Regresa a París de donde es expulsado por razones políticas, por lo que regresa a Madrid, siendo allí testigo de la caída de la monarquía borbónica en 1931. Entra en contacto con insignes de las letras españolas: Miguel de Unamuno, Federico García Lorca y Rafael Alberti, entre otros. Publica El Tungsteno (novela) y Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin (ensayo). También en 1931 realiza su último viaje a Rusia y participa en el Congreso Internacional de Escritores Solidarios con el Régimen Soviético, luego de lo cual regresa a Madrid. Realiza algunas obras de teatro con las cuales tiene dificultad en su puesta en publicación (Lock-out y Moscú contra Moscú, que después será llamada Entre las dos orillas corre el río). Concluye la segunda parte de Rusia en 1931 en su libro Rusia ante el segundo plan quinquenal y su obra El arte y la revolución. Todo presenta dificultades de divulgación, dada la clara tendencia marxista de sus trabajos. Va preparando por esos años su obra poética Poemas humanos. Al levantarse su restricción de ingreso a Francia, regresa a París en 1932. En 1934 se casa con Georgette.
En 1936 estalla la Guerra Civil Española en que participa en la fundación del Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española y el boletín Nueva España, compartiendo la labor con Pablo Neruda. Es elegido secretario de la sección peruana de la Asociación Internacional de Escritores. En 1937 escribe las últimas poesías de Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz.

Trabaja también como profesor de Lengua y Literatura, en París, hacia 1938. El día 24 de marzo de 1938 cae enfermo de gravedad, con una dolencia aparentemente relacionada con un cuadro de malaria que había sufrido en su infancia. Fallece el día 15 de abril de aquel mismo año, a los 46 años de edad, un día viernes, mientras garuaba en París. En abril de 1970, Georgette Philippart, traslada sus restos al cementerio de Montparnasse, realizando uno de los más fervientes deseos de Vallejo. En su lápida inscribe: “He nevado tanto, para que duermas”.

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